Contamos con Gloria Cano, abogada de Aprodeh, los años que tiene en defender los derechos humanos. Sí, 30 años. Y uno no deja de sorprenderse como a los 63 mantiene ese vitalidad que la hace ir a regiones, visitar familias de las víctimas en diversas zonas del país, perderse entre gruesos expedientes. La encontramos muy temprano en su oficina. Y nos cuenta que pronto irá a Ayacucho. Hace unos días, luego de 35 años, la justicia condenó a integrantes de dos patrullas militares que participaron en la masacre de 39 comuneros, en Cayara. Y ella irá allá, a Cceshuapampa, a poner flores en memoria de las víctimas de la masacre.
¿De su abuela heredó la fuerza, el carácter? Fue muy importante para usted.
Lo fue. Mi abuela era una mujer muy segura, muy luchadora, pero además me reía mucho con ella. No llegó a terminar el colegio, pero era una mujer muy sabia y siempre cada que veía una circunstancia o nos veía hacer algo nos respondía con un refrán. Todos la recordamos así, con los refranes. Para todo tenía un refrán y mucha razón.
La sabiduría de las ancianas de los pueblos.
Sí. Ella se casó muy joven. Tuvo a mi madre cuando tenía 15 años. La experiencia, la vida, le enseñó, y nos decía: el estudio es primero. Pase lo que pase en su vida, decía, sigan adelante. Ella tuvo 7 hijos y a todos les dio profesión. Era iqueña, como mi bisabuela, mi tatarabuela, que se remontan a Los Molinos, un pueblito de Ica.
Su mamá era maestra, ¿por qué el derecho?
Desde que fui adolescente me eduqué en una concepción de servicio, de búsqueda de igualdad. Tuvo mucho que ver mi relación con estudiantes católicos. Integré la Juventud de Estudiantes Católicos, con influencia de la Teología la Liberación. Ya en secundaria pensé que mi vida tenía que consagrarla al servicio de los que sufrían injusticias.
¿Y el derecho como entró allí?
Porque había que reclamar y la manera de hacerlo era con el derecho… Incluso una profesora que quería mucho, Santos Martínez, se asombró porque yo era buena en matemáticas.
La violencia en Ica fue fuerte, ¿la sintió cuando estaba en la universidad?
Impactó fuerte el 87, 88, cuando ya estaba en la universidad. En la universidad había personas que uno frecuentaba y de pronto ya no estaban ¿Y en dónde están? ¿Qué ha pasado con él o ella? ¿Dejó los estudios? A veces alguien nos decía: Parece que se ha ido con los senderos. No lo sabíamos.
A lo largo de su carrera ha conocido varios casos de muerte. ¿Esa especie de convivencia la ha marcado mucho?
Sí, por ejemplo, me impactó mucho la muerte de Saúl Cantoral, un dirigente minero que trabajaba en Marcona. Y la muerte de Consuelo García, asesinada junto a Cantoral. Eso nos dolió mucho. No lo conocí personalmente, pero conocíamos su labor, la influencia de su personalidad.
"Al comienzo, debo ser sincera y decir que uno siente miedo. Pero entonces hay que dar un paso adelante”. Foto: archivo LR
Es abogada, ¿prefiere que le digan defensora de derechos humanos?
Soy una defensora de derechos humanos. Algo que he aprendido, sobre todo de Pancho Soberón, es que hay diversas maneras de cómo defender los derechos humanos. El derecho es una de ellas. Pero el derecho no se puede aplicar simplemente con la mirada del abogado. Hay que tener una mirada integral a lo humano, a la esencia misma de la dignidad de la persona.
Usted se identifica mucho con la familia de las víctimas. Viaja a las regiones, permanece en contacto con ellos, crea lazos de unidad.
Sí, cuando tomamos un caso nos gusta mirar todas las aristas. Ver no solamente cuál es el artículo del código aplicado, sino cuáles son las maneras de como redignificar a las personas que han sido melladas por un acto violatorio. Eso implica una relación más cercana con la familia. Creo que muchas veces los abogados pecamos de mantener distancia con la familia, pero esa familia espera mucho del abogado. Pone su esperanza, su vida, su futuro cuando le deja en sus manos una situación que va a impactarle.
En Facebook dedicó unas palabras muy sentidas a Tomás Livia.
Así es. Hay que meterse en la piel del otro. Tomás fue prácticamente mi primer caso de violación grave. Perdió a su compañera en Barrios Altos. Él peleaba por la justicia para él, pero también porque se reconociera que su compañera no merecía morir. Y él se sentía hasta un poco culpable por no haber podido proteger a Marcelina Chumbi. Y eso lo conversamos con Tomás. Y esa rabia que tenía, ese pelear con el mundo, era producto del daño que le habían causado a él, a su compañera y por cómo lo habían dejado.
¿Qué requisitos se necesitan para ser defensor de los derechos humanos?
Debes tener convicciones para asumir los procesos porque son muy largos. No se resuelven inmediatamente, hay que tener paciencia. Y uno debe tener principios y la fe de que vas a lograr algo. Es lo que nos pasó, por ejemplo, en Aprodeh con lo de la extradición de Fujimori. Nadie daba un sol por ello, pero Pancho Soberón decía: “Sí se logra”. Veíamos los pros, los contras, las montañas de dificultades. Y se logró. Esa perseverancia, mirar hacia adelante, él nos la inculcó.
¿Las convicciones por los derechos humanos no chocan en algún momento con un temor natural de proteger la vida y la familia?
Al comienzo. Debo ser sincera y decir que sí, por supuesto, uno siente miedo. Pero a mí me enseñaron que cuando uno tiene miedo entonces hay que dar un paso hacia adelante, es la única manera de vencerla. Siempre pienso, a mí me amenazan, pero a otros le han hecho otras cosas.
En algún momento la familia le ha pedido que abandone todo esto.
Ni mi hijo, ni mis hermanas, ni mi madre, menos mi padre, me dijeron nada. Mi papá, al contrario, veía que salía algo mío en el periódico y lo compraba y lo ponía en la sala, pasaba un mes de la noticia y seguía allí para que, si alguien llegaba, viera la foto de su hija. Quién alguna vez me dijo que tenía que salir de esto fue una psicóloga. Me dijo, a usted le gusta vivir al filo de una navaja, le sugiero se vaya al derecho comercial, a otra área. Nunca más regresé donde ella.
¿Dónde hubo más presión contra usted, Barrios altos o Chavín de Huantar?
Creo que Barrios Altos. Porque allí además se jugaba lo de la Ley de Amnistía. Y sabíamos que Barrios Altos no era el único caso y de resolverse se resolvían montón de casos… En lo de Chavín de Huantar sí hubo presión, pero ellos sabían lo que habían hecho y estaban más preocupados de ocultar las ejecuciones.
¿Qué no le dijeron esa vez?
De todo. Me han dicho perra, prostituta, mala madre, mujer de mala entraña, chavetera…
Incluso para un abogado, el dolor de las familias debe dejar marcas, por ejemplo, al reconocer los restos de desaparecidos.
Es muy fuerte. Y uno de esos momentos ha sido con los del Santa. Cuando aparecieron los restos en el desierto. Ver a don Jorge Noriega, a don Alejandro Castillo… Don Jorge vio lo los restos, inmediatamente reconoció a su hijo y lloró, lo tratamos de consolar, pero ahí no hay consuelo. Y ver a don Alejandro decir: “No, esas no son sus zapatillas, no tenía ese pantalón”. Hasta que el hermano de Denis le dice: “Papá, esas sí son sus zapatillas, él sí tenía esa shakira, esa camisa”. Y aceptar que esos restos eran de Denis. Son momentos muy, pero muy duros, ¿no?
Hay un gran sector de la población que respalda su trabajo, la admira, pero otra parte, por ejemplo fujimoristas y ultraconservadores, no la estiman y hasta la detestan.
Sí, en la defensa de los derechos humanos nadie va a ser Miss Simpatía. No es mi anhelo que la mayoría de la gente me quiera, sino que el esfuerzo que hacemos con el colectivo de defensores, dé frutos, para satisfacer por lo menos a alguna de las madres que están buscando a sus hijos, para satisfacer a esos hijos que están pidiendo justicia por sus padres… En realidad, el ejercicio y la defensa de los derechos humanos es una acción muy marginal. O sea, quienes te van a apreciar son las personas que han sido violentadas en sus derechos humanos, por ende, las personas más vulnerables.
E incluso quienes han estado al margen de la ley, pero no puedo aceptar que a una persona al margen de la ley se le ejecute extrajudicialmente. Que a esa persona le caiga todo el peso de la justicia, pero no puedo aceptar que una persona venga y tome la vida de otro. ¿Eso me va a ser impopular? Sí. Pero yo no postulo a ser Miss Simpatía.
La han llamado abogada comunista, ¿no ha tenido temor en algún momento que el terruqueo alcance a la familia?
Soy la única que he estudiado letras en la familia, todos son de ramas médicas, ingeniería, no tiene nada que ver con el derecho. Si a mí me quieren decir terruca, que me lo digan, la verdad que ya no me importa.
Cuando cayó Fujimori, Montesinos y todo su sistema, ¿no se perdió la oportunidad de construir un sistema más justo en favor de los derechos humanos?
Sí. Mucha gente se alegró de lo de Fujimori, pero faltaron cosas. Se estuvo por construir algo diferente, pero hubo mezquindades en esa transición. Hubo una gran oportunidad de sacar la corrupción de raíz, de desmontar todo, pero precisamente porque tenía raíces, grandes empresarios, políticos muy antiguos, se le dejó ahí, luego vino un retroceso total con otros gobiernos.
En algún momento dirá hasta acá nomás, ya he cumplido.
Hasta donde me den mis rodillas (sonríe). Ahora me voy a Cayara, quiero ir a Cceshuapampa a poner un ramo de rosas por lo de Cayara. Pero sí en algunos momentos confieso que me he cansado y digo ya. Aunque a los 63 lo que quiero es seguir trabajando mientras pueda, ¿no?