Florencia de Mora, a tres kilómetros del centro de Trujillo. Es el 2004 y un periodista veinteañero se dirige a cubrir una comisión de la sección policiales. Lo que encuentra es macabro. Un hombre posa y sonríe despreocupado para los fotógrafos, demuestra dotes de histrionismo ante los flashes. Pero lo que esconden esos gestos es siniestro: los informes forenses confirman que ha matado y enterrado a la pareja de su hermana, luego de ultrajarla junto con otros tres cómplices.
Este recuerdo conecta para siempre al escritor trujillano Omar Aliaga Loje con historias de criminalidad, corrupción e injusticia. Casi 18 años después, tras un largo trajín en salas de redacción, el narrador presenta una novela coral en la que se puede escuchar la voz de los que se refugian en el hampa y los privilegiados con el poder gubernamental.
Los hombres que mataron la primavera (Infolectura 2022), su primer libro, tiene como escenario la coyuntura política y la inseguridad que carcomen a Trujillo. “Si hay una realidad latente que nos golpea, son inevitables sus influencias, terminamos siendo su eco. Estos temas me fueron absorbiendo. Al principio solo me dedicaba a la crónica y al periodismo cultural, nunca le había dedicado tanto tiempo a los casos policiales”, explica Aliaga.
Los hombres que mataron la primavera, por Omar Aliaga.
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Omar Aliaga vivió un tiempo en Buenos aires, pero por lo general ha hecho su carrera en Trujillo, su tierra querida. En la ficción peruana existen pocas novelas ambientadas en la Ciudad de la Eterna Primavera. Por ello, el periodista apostó por llenar ese vacío. En la búsqueda de su estilo narrativo, uno de sus colegas le contó un hecho que le sirvió de inspiración.
“Al publicar Crimen y testigos: historias reales contadas desde Trujillo (una antología de crónicas de 2019) me pasaron el dato de que el llamado Escuadrón de la Muerte (comando ilegal de policías que aniquilaba presuntos delincuentes) se creó debido a un robo en la casa de un ministro trujillano, en el segundo gobierno de Alan García. Allí se me prendió el foco y dije “este será el núcleo de mi historia”. Empecé a escribirla y se volvió compleja: afloraron las subtramas y los jóvenes protagonistas”, cuenta.
Durante la construcción de este relato, Aliaga conversó con personajes vinculados a la criminalidad y prestó especial atención a sus expresiones y modismos. Precisamente, quienes han leído su obra resaltan la potencia oral de su narrativa, es decir, de los diálogos que presenta. Esta técnica, por ejemplo, la aplicó a la hora de crear a Cielo, una meretriz colombiana que visita a altos mandos de la Policía por encargo de su proxeneta, con el objetivo de ofrecer favores sexuales para evitar que los agentes intervengan su club.
Las escenas de la novela grafican cómo algunos individuos sienten placer al infundir temor. Por otro lado, a través de lo que le ocurre a sus protagonistas, desarrolla la idea de que son siempre los jóvenes quienes buscan la verdad. “A esa edad se resiste todo -afirma-, no se miden las consecuencias”.
Aliaga Loje cree que los textos de no ficción —crónicas y reportajes en especial— gozan de buena salud en nuestro país, porque denuncian lo que ocurre en la actualidad. Sin embargo, piensa que la novela también puede cumplir un rol similar. “Eso es un buen síntoma. Honoré de Balzac decía que la novela es la historia privada de las naciones: la parte más oscura de los libros de no ficción”.
Pese al desborde de los índices de inseguridad en Trujillo y la crisis política del sistema peruano, el escritor no ha perdido la fe. “La enfermedad de los peruanos es la resignación. Estoy de acuerdo. Nos sentamos y aceptamos todo, aunque confío en las nuevas generaciones. Ellos empezarán el cambio”, sostiene.