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Domingo

Victoria Guerrero: “Ser feminista es maravilloso en la teoría, pero en la práctica somos muy contradictorias”.

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En su último libro, la poeta, activista y profesora universitaria Victoria Guerrero habla de su madre, el feminismo y la enfermedad que padece. Foto: Antonio Melgarejo

Varela es impertinente como la poesía de su dueña. “¡Varela, ya para!”, le grita Victoria Guerrero a su perro (sí, es macho), que salta, sube al sofá, ladra, llora, no puede estar quieto. La obra de la poeta está llena de energía como el animalito. Su último libro Y la muerte no tendrá dominio (Fondo de Cultura Económica, 2019) incomoda, conmueve, perturba. Es lo más íntimo y heterodoxo que ha escrito. Habla de la muerte de su madre. Es, más bien, un arreglo de cuentas con ella, a quien despoja del estereotipo de la madre perfecta y abnegada, y la humaniza reclamándole sus excesos, su falta de amor, su violencia. Nunca antes la también activista feminista de 48 años se había expuesto como en este libro. Y nunca antes estuvo tan vulnerable como ahora que ha sido diagnosticada con cáncer, enfermedad que también padecieron y superaron su hermana y su madre.

•El libro se iba a llamar Matar a la madre, ¿lo cambiaste porque iba a ser muy chocante?

•No. El título siempre fue Y la muerte no tendrá dominio, que es un verso de Dylan Thomas [poeta británico], cuando lo quise cambiar ya no podía porque lo había presentado a concursos con ese nombre, por eso la tachadura que lleva.

•El psicoanálisis te dice que para liberarte y ser tú mismo tienes que matar simbólicamente a la madre, ¿de qué te liberas con este libro, Victoria?

•Supongo que tenía que matar ciertas cosas que me habían enfrentado con mi madre, ciertas compulsiones y violencias suyas que me causaron desasosiego, pero que he terminado heredando. Vaya ironía, ¿no? Creo que el libro es un ajuste de cuentas con ella, que me dio todo de lo bueno, pero también de lo malo.

•¿Fue la que te cuidaba y la que te hacía cierto daño al mismo tiempo?

•Ejercía una violencia más bien psicológica, tenía arranques de ira y un carácter muy desmesurado.

•En el libro mencionas que llegaste a odiarla, decirlo es como cometer herejía...

•No sé. Creo que a todo el mundo se le pudo haber ocurrido. Son solo sentimientos, y me brotaban, quizás, por la injusticia de su trato hacia mí y hacia mi hermana, a quien tenía que defender. Fíjate que he llegado a pensar que mi madre me quería mucho porque yo la resistía mucho.

•¿La resistías?

•Nuestros mejores tiempos fueron cuando yo no vivía con ella. Cuando salí de mi casa a los 26 años todo fue mejor.

•¿Se podría decir que huiste de ella?

•De alguna manera sí, pero también quería vivir mi vida. En las casas de las familias de la clase media siempre te demandan cosas como mujer: llegar temprano, avisar cuando sales, no entrar con tu enamorado. Fue un drama cuando me fui. Ella era muy contradictoria, tenía cosas muy liberales, me decía que viajara sola, pero también me decía que no me podía ir de la casa sin casarme.

•En el libro dices que te sientes traidora al ventilar los defectos de tu madre. ¿Por qué es tabú hablar de la madre como ser imperfecto y hasta cruel?

•Son muy fuertes las imágenes marianistas y religiosas sobre la madre, la relacionan con el sacrificio y la entrega. Además, en ciertas clases sociales, la madre sacrificada es muy bien vista y hasta congraciada, lo cual me parece bien, quién no quiere tener una madre así. Pero la mujer termina asumiendo solo ese papel, y como feminista sí me rebelo ante esa idea, un sujeto tiene el derecho de tener múltiples formas de ser.

•Tú has dicho: “Muchas de nuestras madres sintieron el mandato de serlo, pero no se sintieron realizadas al constituir un hogar, por eso causaron dolor en sus casas, porque ellas mismas ya estaban heridas”. ¿Le preguntaste alguna vez a tu madre si de verdad quiso casarse o tener una familia?

•Sí. No hay que hablar de eso, me decía. Por qué siempre quieres hablar de cosas feas... Creo que mi mamá quiso tener otra vida, y que no fue posible en su tiempo, porque al no casarse sería desvalorada. Creo que el entorno la conminó a eso. Y terminó frustrando sus ansias de ser pintora, porque ella fue muy independiente, viajó mucho, trabajó desde los 18 años… ella siempre quiso ser otra cosa de lo que pudo ser.

•En el libro interpelas al lector con esta pregunta: “¿Cómo amar a una madre que no te ha enseñado a amar?”

•Creo que a mi madre no le enseñaron a amar. La relación que tuvo con su madre fue también conflictiva. Y fíjate que es como una cadena. Mi madre no pudo enfrentar aquello con, si quieres, un psiquiatra. Yo sí lo hice, fui al psicoanalista y me he podido aliviar de esa carga de no poder hablar cosas malas sobre ella.

•¿Es la escritura terapéutica, Victoria?

•No lo creo. Yo concibo a la escritura como un espacio político y estético. No creo que sea una especie de sanación, pero hay quienes sí lo creen. Más que catarsis, es una forma de conocimiento, poder poner en blanco y negro ideas y sentimientos confusos que en la escritura se van reordenando.

•¿Qué te ha dicho tu familia sobre tu libro?

•No lo han leído. No se los he dado. No lo van a comprar.

•¿Tienes pudor de que lo lean?

•No pudor, pero no quiero hacerles daño. Podrían recordar cosas. Contar la relación con mi madre es como exponer también su vida íntima. No están acostumbrados a eso.

•Tu hermana también es un personaje en el libro, dices que fue más brillante que tú, pero no estudió una carrera. En tu poemario Cuadernos de quimioterapia hablas del cáncer que padeció…

•Lo escribí el 2012, y mi mamá también estaba recibiendo un tratamiento contra su propio cáncer.

•Hace poco tú también fuiste diagnosticada…

•Sí. Tengo cáncer. Me lo detectaron en Alemania, en junio pasado. Me hicieron algunos exámenes, y me empecé a preparar allá sabiendo que es una enfermedad que está presente en mi familia. Pienso que no me voy a morir mañana. Si lloraba era porque conozco el proceso, lo he vivido con mi hermana y mi madre, aunque ellas lo superaron, yo me veo como una debilucha.

•¿Lo dices porque te sientes débil ante el tratamiento?

•Yo no tengo mucho trauma con la muerte, pero sí con el tratamiento, yo no soporto el dolor ni el sufrimiento.

•¿Ya lo empezaste?

•No sé cómo explicarlo, pero fue horrible. Es una pérdida de tu voluntad… siempre estás cansada, no puedes hacer nada, es una dependencia absoluta de todos, e intelectualmente estás destruida, no puedo leer... mis alumnos de la universidad saben que estoy en tratamiento y que tendrán un profesor que me va a reemplazar.

•Te veo serena...

•Si hubieras venido la semana pasada no me hubieras visto así. Lo que me está pasando toca fibras tan profundas que no soy capaz de explicarlo a través de palabras. Solo los que lo han vivido me han entendido. La enfermedad y la crítica a la invasión médica sobre los cuerpos ha sido uno de los temas más fuertes de mi poesía. Hoy solo las vivo como una rutina que yo, Victoria, pasa. Mi vida hoy es citas con doctores antes que recitales o copas. Y ese cambio es radical.

Tu escritura es íntima y también política, en Y la muerte... criticas la indolencia del seguro social de salud, llamas al personal médico como “aquellos mensajeros de la muerte que, en lugar de preparar el camino más suave, impone el más pedregoso”. ¿Padeciste mucho cuando tu madre estuvo internada en el hospital?

•Qué peruano no ha vivido el seguro social. Cualquier jubilado en el Perú lo ha vivido. Mi madre era una jubilada.

•Mencionas también que en tu trabajo te descontaron por los días del funeral de tu madre, es una crítica al liberalismo brutal que lo cobra todo...

•Fue muy fuerte, yo me disculpaba y decía que había faltado porque mi mamá se había muerto, y me decían, que sí, que me comprendían, pero que tenía que recuperar los días faltados. Luego lo hablé con mi psicólogo y me dijo que debía ser más pragmática.

•Victoria, eras muy activa en Facebook, fuiste una de las fundadoras del Comando Plath [una plataforma feminista de divulgación del trabajo de mujeres intelectuales]. ¿Has dado de baja tu cuenta personal de esta red social?

•Me salí para evitar el estrés, tú sabes que esta enfermedad se alimenta del estrés. He dejado el activismo militante porque este es un momento para mí.

•El comando recibió muchas críticas en su momento por lo excesivas de sus denuncias...

•Creo que nunca lo fuimos. Aunque creo también que aprendimos en el camino, hablo por mí. Nuestro objetivo no era hacer denuncias [de violencia contra las mujeres], nunca lo fue, fueron las circunstancias las que nos llevaron a hacerlas…

•No fuiste a la última Feria Internacional del Libro…

•Decidí no ir después de la presentación de la mesa inaugural, me pareció bastante ofensiva. Yo sé que hubo invitadas feministas en la FIL, como Rita Segato, y hubo mesas de género y literatura, pero la política es otra cosa, es qué imagen das. Vivimos en el siglo de la imagen, si tu mesa está llena de hombres, entonces qué estás diciendo.

•¿Consideras que tu poesía es feminista?

•Creo que tiene cosas del feminismo, incluso discute el feminismo, y es que ser feminista es maravilloso en la teoría, pero en la práctica somos muy contradictorias. Todas vivimos bajo el paraguas del patriarcado y respondemos de formas patriarcales ante la vida, no somos santas…

•En tu libro lo dejas bien claro…

•A las mujeres siempre nos han puesto en dos casilleros: si no eras santa, eras puta. No podías ser otra cosa, siempre manda el estereotipo.

•Algunos escriben para que los demás los quieran, otros para alcanzar cierta fama. ¿Tú por qué escribes?

•No lo sé. Creo que es más por pulsión... también por reconocimiento social, ¿por qué no?, y es una forma de expresar mi insatisfacción con ciertas injusticias de la vida en general.

•Victoria, ¿ya nadie incendia el mundo? [este es el nombre de uno de sus poemarios]

•Quizás, sí, siempre hay jóvenes. Creo que las feministas ahora lo están incendiando.