La historia de Carlos Manrique Carreño y el Centro Latinoamericano de Asesoramiento Empresarial (CLAE) es sinónimo de la estafa piramidal más grande que sacudió al Perú en los años 80 y 90. En un contexto de inestabilidad económica, Manrique convenció a más de 200,000 peruanos de depositar sus ahorros en una promesa de altos retornos. Sin embargo, lo que inicialmente se presentó como un lucrativo esquema de inversión, terminó desmoronándose, lo que dejó a miles en la ruina
El CLAE inició sus actividades en febrero de 1978, ofreciendo servicios de asesoría en administración de negocios. Sin embargo, al no ser tan rentables, Carlos Manrique decidió cambiar el rumbo en 1980 y adoptó un esquema piramidal para captar dinero. Bajo este modelo, CLAE ofrecía retornos que superaban el 100% de los ahorros, un atractivo inigualable para una población que, en medio de la crisis económica, buscaba alternativas de inversión seguras y rentables.
La promesa de altos intereses captó rápidamente la atención de miles de peruanos, y para 1989 y 1992, CLAE se había convertido en una opción destacada en el panorama financiero, desplazando incluso a las instituciones bancarias formales. Este auge coincidió con los periodos de crisis bajo los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori, lo que agudizó la desconfianza en los bancos y llevó a muchos a buscar opciones fuera del sistema tradicional.
El esquema que sostenía a CLAE comenzó a tambalear cuando la afluencia de nuevos inversionistas disminuyó, afectando la capacidad de la empresa para cumplir con sus altos compromisos financieros. Para 1992, las denuncias de incumplimiento se multiplicaron, lo que llevó a la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) a iniciar una investigación.
El colapso de CLAE fue inminente y, en 1993, la compañía fue formalmente disuelta. Pese a los intentos de recuperación, los aportantes nunca volvieron a ver sus ahorros y más de 20 000 peruanos se vieron afectados. La situación se agravó cuando Carlos Manrique huyó del país en un intento por evadir la justicia, iniciando un periodo de clandestinidad que culminó con su captura en Miami en 1994 y su posterior extradición al Perú en 1995.
El fin de CLAE trajo consigo preguntas que hasta hoy perduran: ¿dónde quedó el dinero invertido por los ahorristas? Las investigaciones revelaron que los fondos recolectados nunca fueron devueltos, ya que el gobierno peruano, temeroso de perjudicar la economía formal, no autorizó ninguna compensación a los afectados. Roberto Abusada-Salah, un reconocido economista, subrayó esta decisión como un intento de proteger el sistema financiero, aunque a costa de los miles de peruanos que lo perdieron todo.
En 2017, como un esfuerzo tardío para mitigar las pérdidas, se estableció una Comisión Liquidadora que ofreció hasta 500 soles a cada afectado, un monto mínimo en comparación con lo invertido. Los bienes de Carlos Manrique, valorados en 30 millones de dólares, fueron la fuente de esta compensación.
El 10 de julio de 2024, Carlos Manrique Carreño, conocido también como ‘Cheverengue’, falleció en el Hospital Ramón Castilla II de EsSalud tras complicaciones de salud. Su deceso marcó el cierre de un capítulo oscuro en la historia económica del Perú, pero dejó preguntas abiertas y la capacidad del sistema para prevenir fraudes de tal magnitud.
Manrique, quien en su momento llegó a ser considerado un empresario de éxito, protagonizó el auge y caída de una ilusión colectiva que dejó profundas cicatrices a más de 200 mil peruanos. A pesar de sus múltiples detenciones y sentencias, su legado permanece como una advertencia sobre las promesas de ganancias fáciles y la importancia de la regulación en los sistemas financieros.