De acuerdo con el padrón electoral, 24 millones 760.062 de votantes están habilitados para participar en las Elecciones Regionales y Municipales 2022 programadas para el próximo 2 de octubre. Este importante escenario democrático se encuentra amparado por la normativa que ha desplegado el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) con el fin de velar por el orden entre la ciudadanía.
En esa línea, una de las disposiciones es la ley seca. La popular medida que rige en el ámbito nacional antes y después de las votaciones consiste en la prohibición de bebidas alcohólicas. Su eficacia, sin embargo, sigue generando polémica al igual que lo hacen algunos candidatos a los sillones municipales. ¿Qué es, para qué sirve y en qué países se aplica? Conoce los detalles.
Según el artículo 351 de la Ley Orgánica de Elecciones, se denomina ley seca a la norma que prohíbe la venta de bebidas alcohólicas las 24 horas previas a una elección y durante la misma. ¿La finalidad? Que los votantes acudan sobrios a ejercer su labor cívica.
“Desde las 8.00 horas del sábado 1 está prohibido el expendio de bebidas alcohólicas, lo cual se extiende hasta las 08.00 horas del lunes 3 de octubre”, se puede leer en el portal oficial del Jurado Nacional de Elecciones.
En la misma plataforma se explica las consecuencias frente a la infracción: “El incumplimiento de esta disposición se sanciona con cárcel no mayor de seis meses, multa no menor de 2.790 soles y pena accesoria de inhabilitación por igual tiempo que el de la condena, que puede consistir en incapacitar al condenado para ejercer la función o labor que ejercía”.
Con el propósito de rescatar su utilidad en algún momento clave de la memoria peruana, La República le consultó al historiador José Ragas sobre el origen de esta medida.
“Las elecciones tal como se desarrollaban en el siglo XIX y gran parte del XX eran un pequeño caos. (...) La gente votaba como en sus parroquias, en sus distritos, de manera abierta y sin mucho control. (...) Durante gran parte de estas votaciones uno de los elementos que circulaba mucho era el alcohol, tanto como forma de compensar a la gente por su voto como también para pagar a los capituleros, quienes eran los intermediarios encargados de llevar a votantes a las urnas y favorecer a determinado candidato”, señala el especialista.
Carictaura titulada "Libre ejercicio de la ciudadanía" (J. Williez) y recogida en el libro Adefesios, la carocatura política en el Perú en el siglo XIX. Foto: José Ragas
“A tal punto que en la elección de Guillermo Billinghurst (presidente del Perú de 1912 a 1914) se utilizaba la frase ‘pisco y butifarra’. Es decir, la idea de tener estos elementos en el proceso electoral estaba instalada de manera inherente”, precisa.
No obstante, afirma Ragas, fue a inicios del siglo XX cuando se gestó el plan de “restringir el alcoholismo como un movimiento de carácter moral-religioso muy amplio que surgió en diferentes partes del mundo, pero sobre todo en Estados Unidos”.
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Este primer proceso coincidió con un panorama peruano en el que La Sociedad Nacional de Temperancia tenía eco. “Entonces son procesos que se van dando de manera paralela, se encuentran y que luego van a llevar no solamente a extender la idea del antialcoholismo en diferentes ámbitos de la sociedad, sino también buscar que en los procesos electorales se restrinja la venta de bebidas alcohólicas para que así el pueblo pueda ejercer un voto libre, consciente”, concluye.
Por su parte, el historiador Juan Fonseca Ariza reúne en el artículo académico “Antialcoholismo y modernización en el Perú (1900-1930)”, difundido por la PUCP, algunos datos sobre el fundamento de esta sociedad.
“Difundir en el pueblo las enseñanzas de la ciencia acerca de los males causados por el vicio alcohólico; combatir los prejuicios y errores tan generalizados en el público acerca de las pretendidas virtudes y acción del alcohol; llevar a los hogares amenazados por el flagelo el aviso oportuno acerca de lo que significa para la familia y para las futuras generaciones el hábito cada vez más exigente y más imperioso de beber”.