Según el antropólogo e historiador José Carlos Vilcapoma, los incas, por el lado este, por el Antisuyo, llegaron más allá de lo que se creía. Nuevos descubrimientos confirman la presencia cusqueña en la región de Rondonia, Brasil, como así lo demuestra —dice— el trabajo de Augusto Zimpel, de la Universidad de Rondonia. Asimismo, avanzaron hacia Argentina, al pie del volcán Maipo, al borde de la laguna del Diamante, como certifica el equipo de trabajo de la Universidad de Cuyo, con lo que cambia el mapa del Tahuantinsuyo.
Vilcapoma toma posta de estas investigaciones en Los incas, en la ruta del Antisuyo y el Atlántico (Ed. IIDA), un libro que se presentó en la FIL de Lima, en el que sostiene que los incas llegaron a unir, a través de un camino, el Pacífico y el Atlántico.
—¿Qué razones le llevó a indagar sobre esta ruta inca?
—Se ha creído que los incas tuvieron “fronteras” en la selva, que se conocía como límites del Antisuyo, es decir, que no llegaron más allá de la ceja de selva. Pero hoy gracias a la tecnología del Light Detection and Ranging, Lidar (por sus siglas en inglés), en arqueología, se hacen investigaciones en áreas de frondosa vegetación detectando estructuras pétreas desde los aires, y se van encontrando complejos andinos en la selva. Los incas no tuvieron fronteras, tal noción fue acuñada por los cronistas, al verse imposibilitados de penetrar en la enmarañada selva. La selva en el siglo XVI no estaba despoblada. El gran Túpac Yupanqui llegó a penetrar sus amplias regiones.
—¿Túpac Yupanqui es el único inca que exploró la selva?
—Túpac Yupanqui se adentró hasta el Beni y Pando, en Bolivia, y dio cuenta de los chiriguanos, que lidiaron con los incas. Surcó mares y ríos, siendo un experto en la navegación. Huayna Cápac, muerto su padre, concluyó la ruta al Antisuyo.
—¿Los incas llegaron a las costas de Brasil?
—Lo que sostenemos es que los incas incursionaron en la ruta del Antisuyo, a la selva boliviana y brasileña. Conocieron de la ruta que los llevaba al otro lado del mar del Sur, como le decían al Pacífico. El Atlántico era conocido como mar del Norte, lo dicen Guamán Poma de Ayala y Salcamayhua Yamqui. Pero el asunto es más contundente cuando se conoce la carta de Luis Ramírez a su padre, fechado en Santa Catarina, el 10 de julio de 1528. En esta misiva se da nombres de los náufragos portugueses que después se adentraron en la búsqueda del Cerro de la Plata (Potosí). Se menciona la papa, con el nombre de patata, siendo la versión más temprana, así como la llama, al que se conoce como mulete con cuello de jirafa. Además, se habla del rey blanco que conducía a los indios en sus incursiones, que probablemente era Alexio García, el portugués que enfrentó a los incas, antes que ellos llegaran por el norte. O sea, los incas habrían llegado las costas de Brasil.
Los Incas, de José Carlos Vilcapoma. Foto: composiciónLR
—¿Fueron los portugueses y no los españoles quienes llegaron primero a América del Sur?
—Existe documentos en el Archivo de Protocolos de Sevilla, de 1493, donde se alude mercancía de azúcar. Dice: “Domingo de Arrosena, se obliga con Pedro de Grimaldo, mercader genovés, vecino de Sevilla, a traerle de la Nueva España 70 cajas de azúcar y 700 quintales de lana”, lo que demuestra que por ese lado sur de América, los portugueses ya tenían contundente presencia.
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—¿El camino Peabirú realmente existió y unió el Pacífico con el Atlántico?
—El Peabirú es una realidad, tanto que hay proyectos para su estudio como ‘O Caminho do Peabiru’ y es una ruta turística desde el lado brasileño. La academia, a través de Rosana Bond, una de las más serias investigadoras, ha logrado trazar la ruta que viene desde Santa Catalina y desemboca en Moquegua y otra saliente en Chile. Muchos restos del camino han sido sometidos a pruebas de carbono 14, y dan testimonio de una antigüedad de 1500, lo que demostraría que su construcción es precolombina. Desde el Perú, no se ha realizado trabajos, salvo los del antropólogo Alejandro Camino y Luis Millones. Se dice que desde el lado del Atlántico, se usaba como acceso al cerro Potosí. Aseguran que su propio nombre sería vocablo tupí: pe, camino, y birú, de Perú, y que estaría en vinculación con la ruta del Sol, como dice la arqueóloga Inés Parellada.
—¿Qué temas importantes en este libro ha dejado pendiente?
—Las investigaciones que la Universidad de Cuyo está haciendo en el volcán apagado de Maipo, donde seguramente se encuentre una capacocha, un rito de sacrificio de niños. Igual, las excavaciones de Rondonia recién comenzarán y nos darán sorpresas sobre la presencia inca. El Peabirú corre la misma suerte. Están encontrando caminos empedrados en plena selva paraguaya y boliviana, de acceso hasta el Cusco.