Desde tiempos inmemoriales, el ser humano tiene una fascinación por intentar conocer vida inteligente extraterrestre. Tiene la esperanza de encontrar una especie similar en el universo y no sentirse tan solo. Lo más parecido a ese encuentro, o el propio encuentro, sin embargo, no está por venir, sino que ocurrió en nuestro propio planeta hace cientos de miles de años, cuando la ciencia y la tecnología eran aún abstracciones inimaginables, puesto que las vidas de nuestros antepasados transcurrían en cuevas de las que solo salían a cazar y recolectar.
Me refiero a la convivencia, enfrentamiento y hasta cruce sexual con dos especies homínidas diferentes a la nuestra: los neandertales y los denisovanos, frente a las cuales el hombre de Cromañón, hoy conocido como Homo sapiens, se impuso. Hasta el descubrimiento del 2008, se creía que los neandertales y humanos modernos habían sido los únicos homínidos viviendo en Europa y Asia durante el Pleistoceno tardío, hace como 50 mil años. No obstante, así como nuestros ancestros migraron de África por primera vez hace 60 mil años, los neandertales y denisovanos lo hicieron hace como 350 mil años.
Los denisovanos y los neandertales se separaron de los Homo sapiens hace unos 600.000 años. No obstante, aquello no les impidió sostener encuentros sexuales entre ellos e incluso con una tercera especie homínida de cuya existencia aún no se tienen resultados concluyentes. Especies muy parecidas, pero no iguales, cuyas huellas llevamos en nuestro ADN y que fueron lo más parecido a un extraterrestre, solo que en nuestro propio planeta.