El País
Ecologista, feminista y defensora de los derechos de las minorías, la nueva premio Nobel de Literatura Olga Tokarczuk representa lo opuesto a los postulados del Gobierno polaco actual. El ultraconservador partido Ley y Justicia, que acaricia la reelección en las legislativas que se celebran en el país este domingo, nunca ha visto con buenos ojos a una escritora abiertamente crítica con las autoridades.
“La concesión del Nobel a Tokarczuk es simbólica políticamente”, señala Katarzyna Kacprzak, doctora en Filología Hispánica y Literatura en el Grupo Universitario Vístula de Varsovia. “Tanto ella como otros autores no están bien vistos por el Ejecutivo porque subrayan la falta de democracia y la deriva autoritaria del Gobierno actual”, asegura la experta, quien añade que la escritora pertenece a un grupo de artistas polacos que siempre ha estado en el debate público contra “algunas fuerzas políticas” en el país. Desde su creación, en el año 2004, se afilió al Partido Verde y este mismo mes participó en las marchas por los derechos del colectivo homosexual en Breslavia, en el suroeste del país, donde reside.
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En sus primeras declaraciones tras la concesión del Nobel, en una rueda de prensa celebrada en la ciudad alemana de Bielefeld, Tokarczuk se ha referido a las elecciones del próximo domingo. “Me gustaría decirles a mis amigos, gente en Polonia, que votemos de manera correcta por la democracia”.
Olga Tokarczuk nació el 29 de enero, en Sulechów, un municipio de unos 20.000 habitantes en el oeste de Polonia, hace 57 años.
La escritora polaca estudió Psicología en la Universidad de Varsovia. Durante su etapa estudiantil también había hecho trabajos voluntarios en un centro para adolescentes problemáticos. Y tras graduarse tuvo varios empleos alejados de la literatura. Fue trabajadora de limpieza en un hotel de Londres. Además, trabajó, Tokarczuk, en un psiquiátrico (Walbrzych). Cuando regresaba a casa por las noches, o en el cambio de turno, escribía.
Su primera novela la publicó en 1993 –se titulaba El viaje de los hombres del Libro– y fue bendecida por la Asociación Polaca de Editores de Libros, que le otorgó su premio ese año. Por entonces, la escritora, que había vendido sus primeros cuentos a la revista Na przełaj –en la que publicaba con seudónimo–, aún trabajaba en la institución mental como psicoterapeuta, y no fue hasta que sus primeras novelas empezaron a funcionar (Un lugar llamado antaño, publicada en 1996, fue la primera en despuntar) que dejó el trabajo y se instaló en Nowa Ruda, de donde no se ha movido desde entonces.
Ha publicado, además, dos colecciones de cuentos –la primera de ellas, en 1998, año en que publicó la segunda de sus novelas nominada al insigne Nike, Casa diurna, casa nocturna– y un ensayo sobre la novela La muñeca, de Bolesław Prus.
A principios de los 2000 pareció entregarse a la reconstrucción histórica y mitológica. De 2004 es su novela Historias últimas en la que se cuenta la historia de Polonia y Ucrania a través de tres mujeres de una misma familia –abuela, madre e hija–, y de 2006 Anna Inn en los sepulcros del mundo, historia que rastreaba la mitología sumeria.
Y luego llegaría Los errantes, la novela que la convirtió el año pasado en la primera polaca en ganar el Man Booker Internacional, y que ella describe como “un libro constelación, porque consta de muchos pequeños fragmentos que el lector tiene que recopilar”.
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La escritora, que, pese a su trayectoria narrativa, empezó publicando un libro de poemas (editado en 1989, su año cero como escritora publicada), codirige además un festival literario, y es todo un superventas en su país. Su última obra publicada en español, Sobre los huesos de los muertos (Siruela), es una curiosísima novela negra metafísica y ecologista protagonizada por una ingeniera de caminos.
En una entrevista al diario El País, realizada por Michal Nogas, la escritora polaca se refirió a las emociones que sintió tras recibir la noticia del Nobel.
“No me acuerdo, porque cuando me apareció un número sueco a la una menos cuarto de la tarde, tuve claro para qué me llamaban. Cuando me enteré de que lo había ganado, me dije que no, que era imposible. Al otro lado del teléfono escuché: ‘¡Y tan posible!’ ”, relató la escritora.
Asimismo, recordó que otra escritora de su país de origen recibió el galardón, a lo que consideró que es un nombre que deberá llevar consigo.
“Cuando pienso en el Nobel se me viene a la mente una imagen de Wislawa Szymborska [escritora polaca premiada con este galardón en 1996]. Tengo que acostumbrarme al hecho de que mi nombre esté asociado a él”, dijo Tokarczuk.
Pero también fue reflexiva, pues la Academia premiaba a una mujer abiertamente activista y crítica con el gobierno de Polonia y los conflictos sociales.
“En el mundo actual, la Academia Sueca es uno de los pocos puntos de referencia sólidos, un faro que nos permite navegar. Me complace que hayan superado la crisis moral del año pasado.”, reflexionó.
Con respecto a la democracia de su país, Olga Tokarczuck dijo que “vivimos en un mundo de cambios y no entendemos exactamente en qué dirección pueden derivar. Sin embargo, un centroeuropeo comprende lo terribles que pueden llegar a ser, porque vivimos en el espacio donde tuvo lugar el Holocausto. Un escritor de Europa Central tiene memoria y sabe lo que puede pasar si se permite que los Gobiernos que dividen a la gente asuman el poder. La elección que haremos el domingo será, con toda probabilidad, absoluta y civilizadora. Decidiremos si Polonia permanece en el círculo de la civilización occidental o si se separa y avanza”.
El interés de Tokarczuk por el mundo que la rodea la convierte en una verdadera militante de los conflictos que llenan las primeras páginas de los periódicos —sociales, ambientales, feministas, etc.—, una militante que ha hecho de la literatura la mejor de las armas para luchar por un mundo más justo.