Homenaje. El escritor mexicano nació el 21 de setiembre de 1918. El maestro de escritura de filiación fantástica ha dejado libros capitales como La feria, Confabulario y Bestiario.,Juan José Arreola es un escritor que vino del teatro. El gran autor mexicano de La feria, Confabulario y Bestiario, llegó hasta París en su trabajo de actor, pero a su regreso a México decidió bajarse de los escenarios para dejar el resplandor de su escritura fantástica en las páginas de libros tan sorprendentes como los que arriba hemos citado. Lo recordamos ahora porque el próximo 21 de setiembre se cumple el centenario de su nacimiento. Como escritor, fue una lámpara encendida en el camino de otros grandes escritores mexicanos. Bastará recordar que en su taller literario que montó en su casa, se iniciaron, entre otros autores, José Emilio Pacheco, José Agustín, René Avilés, Gerardo La Torre, Alejandro Aura, y Margarita Bermúdez. Precisamente, Pacheco y Agustín publicaron sus primeros libros en la colección Cuadernos del unicornio que Arreola dirigía. Un escritor a quien el mismo Jorge Luis Borges le rindió tributo cuando dijo que el maestro mexicano ejercía “una ilimitada imaginación, regida por una lúcida”. La crítica dice que Borges reconoció en Arreola una innovación de la literatura latinoamericana. Otro escritor, con esa misma actitud, era Juan Rulfo. PUEDES VER Los universos en expansión de José Güich Los orígenes El escritor nació en el pueblo de Zapotlán Grande, hoy conocida como ciudad de Guzmán, el 21 de setiembre de 1918. Era hijo de una familia de catorce hermanos quienes crecieron al fragor de la revolución cristera. Sobre estos pasajes iniciales de su vida, el mismo Arreola cuenta en el prólogo que hace para Memoria y olvido, libro de Fernando del Paso, quien recoge el testimonio de su existencia. “Mi padre, un hombre que siempre sabe hallarle salida a los callejones que no la tienen, en vez de enviarme a un seminario clandestino o a una escuela del gobierno, me puso sencillamente a trabajar. Y así, a los doce años de edad entré como aprendiz al taller de don José María Silva, maestro encuadernador, y luego a la imprenta del Chepo Gutiérrez. De allí nace el gran amor que tengo a los libros en cuanto objetos manuales. El otro, el amor a los textos, había nacido antes por obra de un maestro de primaria a quien rindo homenaje: gracias a José Ernesto Aceves supe que había poetas en el mundo, además de comerciantes, pequeños industriales y agricultores. Aquí debo una aclaración: mi padre, que sabe de todo, le ha hecho al comercio, a la industria y a la agricultura (siempre en pequeño) pero ha fracasado en todo: tiene alma de poeta”. Y allí, en ese mundo de encuadernador, Arreola se nutrió con las lecturas tempranas de Baudelaire, Whitman, Papini. Siempre se reconoció autodidacta. “He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran”, escribió en el prólogo citado. A los 18 años llegó a México para estudiar en la en la Escuela Teatral de Bellas Artes. Como su economía no alcanzaba, se hizo actor de radionovelas para mantener sus estudios. En ese trajín conoció a Xavier Villaurrutia, con quien se aventuró más en el teatro, tanto así que en 1944 le dieron una beca para estudiar en Instituto Francés de la América Latina, en Francia. A su retorno, dejó el quehacer escénico. Trabajó en el Fondo de Cultura Económica y se dedicó a la literatura. En el oficio de escribir es que se hizo maestro, sobre todo de la brevedad. “Tal vez mi obra sea escasa, pero es escasa porque constantemente la estoy podando. Prefiero los gérmenes a los desarrollos voluminosos agotados por su propio exceso verbal”, explicó una vez. Pero él sabía que en sus textos breves se capturaba el universo y que allí, la anécdota, era una huella del hombre. “La anécdota -ha dicho- viene a ser solamente el pretexto para capturar una partícula del ser humano”. El amor, la literatura y las mujeres estaban siempre en relación de fricción en su vida y escritura. “De alguna manera mi acercamiento a la mujer, y mi acercamiento a la creación literaria, están envueltos en el mismo temor. El acto de la creación, cuando esta es auténtica, resulta devorador. Yo temo y amo el amor y la literatura, los temo a los dos”. Juan José Arreola murió en Guadalajara, el 3 de diciembre de 2001.