Este jueves 20 de julio se estrena 'Oppenheimer', la nueva película del director Christopher Nolan, que retrata el papel del físico estadounidense Robert Oppenheimer detrás de uno de los hitos más importantes en la historia de la ciencia moderna. Nos referimos a la creación de la primera bomba atómica y su prueba de ensayo, conocida como la Prueba Trinity, la cual tuvo lugar minutos antes del amanecer del 16 de julio de 1945 en Nuevo México (EE. UU.).
La detonación del arma nuclear fue el fruto de las investigaciones del Proyecto Manhattan, el programa científico que, con apoyo de los gobiernos estadounidense, británico y canadiense, tenía como propósito crear en tiempo récord un arma de destrucción masiva que les garantice vencer a sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial.
Trinity fue decisivo en el curso de la historia. A inicios de agosto, casi un mes después, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El resultado: la muerte de más de 100.000 personas de todas las edades y la rendición de un país sumido en la tragedia.
La Prueba Trinity se llevó a cabo en una ciudad temporal construida en una zona del desierto de Nuevo México, conocida como la Jornada del Muerto, que se caracteriza por ser árida y carente de viento.
El dispositivo que se utilizó en Trinity fue “Gadget”: una esfera de acero que contenía plutonio en su interior.
El dipositivo nuclear Gadget, el arma de la prueba Trinity. Foto: Atomic Archive
El arma detonaría por el mecanismo de la fisión nuclear, el cual aprovecha la energía liberada cuando se conmina a que el núcleo de un átomo (en este caso, el plutonio) se divida múltiples veces (reacción nuclear en cadena).
Cuando Gadget detonó aquel 16 de julio, 15 segundos antes de las 5.30 a. m., lo hizo con una fuerza de 18,6 kilotones.
Vaporizó instantáneamente la torre de donde se sostenía y convirtió el asfalto y la arena en un mineral conocido como trinitita, indica Atomic Heritage Foundation, una organización encargada de preservar los detalles del Proyecto Manhattan.
La era Atómica había comenzado.
A kilómetros de la zona cero, el grupo de científicos del Laboratorio Nacional de Los Álamos que había estado trabajando en el desarrollo del arma por tres años consecutivos por fin veía su resultado: una nube con forma de hongo de 12 kilómetros de altura que iluminaba todo el firmamento y emanaba un calor abrasador.
Algunos testimonios de los científicos presentes durante la prueba Trinity fueron recogidos en el libro "El Prometeo Americano: el triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer", del cual el portal LiveScience ha publicado un fragmento.
Robert Oppenheimer, entonces director de Los Alamos, estaba junto con su hermano, Frank, en el momento de la prueba. Este último recuerda haber visto "una bola de fuego" y casi inmediatamente una "nube flotante sobrenatural". "Creo que lo más aterrador fue esta nube púrpura realmente brillante, con polvo radiactivo, que colgaba allí".
James Conant, presidente de la Universidad de Harvard y una figura clave en el Proyecto Manhattan, aseguró que esperaba un destello de luz relativamente rápido. Sin embargo, el brillo fue tan potente y masivo que pensó que "algo había salido mal" y que "el mundo entero se había incendiado".
Fotografía del primer milisegundo tras la detonación de la prueba Trinity. Foto: Atomic Heritage Foundation
Por su parte, Joe Hirschfelder, el químico asignado para medir la lluvia radiactiva de la explosión, dijo: "De repente, la noche se convirtió en día y era tremendamente brillante, el frío se convirtió en calor. La bola de fuego gradualmente se volvió blanca, amarilla a roja a medida que crecía en tamaño y subía al cielo".
"Después de unos cinco segundos, la oscuridad volvió, pero el cielo y el aire se llenaron de un brillo púrpura, como si estuviéramos rodeados por una aurora boreal... Me quedé allí, con asombro, cuando la onda expansiva recogió trozos de tierra del suelo del desierto y pronto pasó junto a nosotros", señaló el químico.
"Todo el país estaba iluminado por una luz abrasadora con una intensidad muchas veces mayor que la del sol del mediodía. Era dorado, morado, violeta, gris y azul. Iluminó cada pico, grieta y cresta de la cadena montañosa cercana con una claridad y una belleza que no se pueden describir pero que se deben ver para imaginar. Era esa belleza con la que sueñan los grandes poetas pero la describen de la manera más pobre e inadecuada”, rememoró el general de brigada Thomas F. Farrell.