En Navidad nos empeñamos en buscar la paz y el perdón. En la provincia de Chumbivilcas la cosa no es tan fácil: la paz y el perdón se consiguen a puño limpio. Aquí, los golpes hermanan.,Wendy Rojas Miranda / Revista Rumbos Santo Tomás es el nombre de la capital de la provincia cusqueña de Chumbivilcas y ‘San Toto’, como cariñosamente le dicen los chumbivilcanos, es el único santo que bendice los rencores o, mejor dicho, da su venia para las peleas. Así pues, todos los 25 de diciembre, día central del Takanakuy, puñetes y patadas subsanan los desacuerdos de todo el año. Y santo remedio. PUEDES VER: Cusco: Takanakuy, a puño limpio| FOTOS Al caer el alba comienza la algarabía y las tonadas de la huaylía. Esta es una danza que se baila por el nacimiento del Niño Jesús, pero también es la antesala a la masacre de trompadas que algunos darán y otros recibirán. Nada como estas fechas para prodigarse unos a otros. La plaza central que antes estaba desierta, es ahora una pasarela de bandos que al ritmo de huaylía y enfundados en trajes de q’orilazos, avanzan haciendo morisquetas de virilidad. Sus pasos los conducen al coso de Santo Tomás, el cual luce como si se tratara de una convención de abigeato. Expectativa en el coso de Santo Tomás. Foto: Wendy Rojas “Con cualquierita”, reta señalando al gentío, Aurelio Manchego, vieja gloria de estas peleas populares que se pueden dar espontáneas o previamente pactadas. Pero está muy viejo y tan ebrio que los más jóvenes ni siquiera lo miran. Como todo evoluciona, la novedad de los últimos años es la participación de las chicas. Dentro del ruedo está Lucinda Carrillo. Ya no reside en Chumbivilcas, pero en esta visita aceptó a una retadora. Dos severos puñetazos en la nariz y los rizos de Lucinda saltaron hasta el cielo, la trompada le dolió en el alma o más bien su contrincante le dio de alma. La mujer que la noqueó dijo que la retó porque ella no la había mirado bien. “Antes, las mujeres no participaban. Eso es de ahora, últimito”, dice Ronald Ugarte Bosa, antiguo chumbivilcano y bisnieto del constructor del templo de Santo Tomás: “Los bandos de ‘el Niño’ y ‘Belén’ solo los integraban hombres”, añade, al referirse a las cuadrillas que se enfrentan. Integrantes de dos bandos: El Niño y Belén se enfrentan en estas peleas populares Foto: Wendy Rojas El día transcurre. La huaylía y la lluvia van limpiando los desagravios e hinchando hombrías dentro del ruedo humano que se forma en torno a los luchadores. Los gobernadores, especie de árbitros en este ring andino, fustigan a los bandos para abrirle espacio a la pelea y a la mala hacen retroceder a los espectadores. “Dice la tradición, que si ganan los del bando de 'el Niño' el año venidero será bueno; por el contrario, si ganan los de 'Belén' será malo”, agrega el señor Ugarte y admite que él también ha peleado rudamente. “¿Qué Chumbivilcano no lo ha hecho alguna vez?”. El Takanakuy, muchas veces se inicia y termina entre abrazos. Pues los contrincantes solamente buscan limpiar sus afrentas y cerrado el asunto. Es justicia social, fuera de la justicia escrita en los códigos y, también, es una cuestión recreativa. Para muchos locales es uno de los acontecimientos más esperados. Hay quienes se aventuran a decir que esta singular pelea tiene elementos del Rumi Maki (mano de piedra), una antigua técnica marcial preincaica que habría sido practicada por varias culturas andinas, como tiahuanaco, mochica y chimú. Los ataques de puño, codos, cabezazos, golpes, mano abierta, los ataques de pierna, y de bloqueo parecen revivir esas justas. Para el antropólogo Harold Hernández, quién ha escrito el mejor ensayo sobre el Takanakuy, existen tres razones para estas violentas celebraciones: por conflictos vinculados a posesión de tierra o abigeato, por ‘deporte’ y para decidir situaciones sentimentales. La participación de las mujeres es reciente. Aquí las afrentas se olvidan a puño limpio. Foto: Wendy Rojas Sostiene además que este es un foro peculiar en el que no se intercambian ideas, sino golpes legítimos y aceptados por la sociedad, pues deciden, sancionan, resuelven conflictos y reconocen poder. “Es un intento de expulsar, con la violencia ‘buena’, la ‘mala’ violencia”, apunta. Pero más allá de las trompadas, existen los tradicionalistas que ven con amargura cómo la costumbre empieza diluirse. Algunos elementos de los trajes, como las caretas de los bandos, están siendo reemplazados por máscaras de Halloween. Las carawatanas o cintos empiezan a caer en desuso, algunos personajes ya no integran los bandos y caen en el olvido. Las mujeres ahora se suman a las luchas, cosa impensable en el pasado y, en fin… tiempos de modernidad. La pelea termina tal como empieza: con un abrazo entre los oponentes. Y si bien el que pierde puede terminar ensangrentado y golpeado, en su rostro no habrá señales de odio. Lo más importante para él es haberle puesto fin a la rencilla. Además, el siguiente año podrá retar a su rival, y, quizá ganarle. Solo es cuestión de esperar. Ahora, todos danzan en el coso de Santo Tomás. Los datos ‘Taka’ es trompada o puñete en quechua, ‘takay’ es trompear, ‘nakuy’ es hacer algo mutuo. Si bien el día central es el 25 de diciembre, desde principios de mes se organizan peleas en toda la provincia. En Rumbo De Cusco a Santo Tomás son ocho horas de viaje en bus. Las unidades salen todas las tardes del Terminal Terrestre de la "Ciudad Imperial".