Otra contrarreforma política, por Ana Neyra

“Sirve como filtro porque solo los partidos que obtengan una mínima participación en sus elecciones internas podrán luego participar en el proceso electoral...”.

Este país puede resultar abrumador. Estamos inundados de noticias sobre afectación de la autonomía de instituciones como la Junta Nacional de Justicia, el Jurado Nacional de Elecciones, el Ministerio Público o la Defensoría (estas últimas incluso desde adentro). También sobre los viajes de la presidenta, con discutible priorización de actividades (con un avión presidencial que va primero a Roma y luego a recuperar peruanos varados en Israel frente a los ataques armados en la Franja de Gaza) o “inflación” de agendas con encuentros de pasillo (que se marketean como fructíferas reuniones bilaterales). Y todo en un contexto de recesión económica y de inseguridad ciudadana.

Todo ello nos hace percibir el país como dejado a la deriva, sin haber superado aún la dolorosa sensación por la impunidad ante las muertes producto de la violenta represión de las fuerzas del orden en las marchas.

En ese mar informativo, muchos temas no son suficientemente relevados ante la opinión pública y hoy traigo uno que parece busca ser aprobado por el Congreso más pronto que tarde.

Hoy la Comisión de Constitución debatirá un predictamen para que, en la práctica, nunca apliquen las elecciones primarias, aprobadas para el Perú por una reforma del año 2019. Su aplicación fue aplazada: en 2020, por la cercanía entre su publicación (agosto 2019) y la elección congresal (agosto 2020); en 2021, por COVID-19; en 2022, también alegando la pandemia y dificultades organizativas –con discutible sustento–.

¿Cuál es la reforma que podría frustrarse? El retroceso en el modo en que los partidos eligen candidaturas. Hoy, el mecanismo más usado es que los partidos escojan delegados/as, que sean los que determinen quiénes postulan. Con las elecciones primarias, se busca privilegiar que la ciudadanía participe en este proceso de selección.

Se acude a votar por el partido que se decida y, con ello, se apoya la candidatura que se considere debe ser la que representa al partido en la siguiente elección y así influir en la oferta. Además, sirve como filtro porque solo los partidos que obtengan una mínima participación en sus elecciones internas podrán luego participar en el proceso electoral.

Esta modalidad se critica porque podría mantener la ausencia de competencia (si el partido político solo presenta un/a precandidato/a), pero el remedio sería más bien exigir que haya más de una propuesta para una verdadera contienda en la votación. Se cuestiona también que este mecanismo reduce el poder de los partidos, pero justamente lo que se busca es empoderar a la ciudadanía por sobre la dirigencia de los partidos, especialmente dados los múltiples ejemplos de ausencia de una adecuada selección (antecedentes penales, judiciales y hasta personales), pero además para evitar que el único motivo para la inclusión en una lista sea el aporte económico.

¿Qué pasaría si se aprueba el predictamen? Las elecciones primarias con participación ciudadana dejan de ser obligatorias y se permite también que la selección de candidatos/as provenga solo de afiliados/as y de delegados/as. El resultado más probable, sobre la base de la experiencia desde la aprobación de la Ley de Partidos, será que se vuelva a emplear la elección por delegados/as como mecanismo prioritario.

Además, las elecciones primarias se aplicaban para los principales cargos (Presidencia, Congreso, gubernatura, alcaldía), pero la norma nueva lo extendería a todos los cargos, lo que podría dificultar en mucho su aplicación para los organismos electorales.

Esta contrarreforma nos quitaría, como ciudadanía, un espacio de poder. Ojalá no perdamos lo que se ha ido ganando en la reforma política. Lo importante sería avanzar –no parar o retroceder– para así seguir construyendo bases para reforzar la representación y fortalecer la democracia.

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