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Frontera en llamas

La crisis migratoria en el sur peruano y norte de Chile va escalando y afecta las relaciones entre países.

Lo primero que hay que establecer en la crisis migratoria al sur del Perú y que involucra a Chile al bloquear el paso de los indocumentados, provenientes principalmente de Venezuela, es que se trata en su mayoría de víctimas de una violación de sus derechos humanos por parte del Gobierno de Maduro.

Al negárseles en su país de origen el derecho a sus necesidades básicas y libertades civiles, se generó un enorme éxodo y se afectó a la región, pues varios Gobiernos tuvieron que adoptar medidas de emergencia para incorporar a los hombres, mujeres y niños que llegaban por cientos de miles a las fronteras limítrofes, buscando algún refugio.

El Perú es uno de los más afectados por esta migración, pues su volumen sobrepasó las expectativas y ahora se calcula que hay más de millón y medio de venezolanos según las cifras oficiales. En Chile, la cifra bordea el medio millón.

La crisis económica pospandemia afecta a 2 de cada 3 personas en el Perú. Es una combinación de inflación más efectos de las inundaciones y lluvias sumado a las protestas sociales de principios de año. Es un mal momento para todos, pero en el caso de los más vulnerables es aún peor. Y los migrantes venezolanos forman parte de ese vasto sector de la población.

El trance migratorio no puede tener una respuesta militar. Es una crisis humanitaria que debe ser enfocada desde el respeto de los derechos humanos, sin convertir a las víctimas en las culpables de su condición y menos exacerbar la xenofobia entre la ciudadanía.

Chile ha endurecido su política migratoria por el incremento de la delincuencia que, siendo un porcentaje sumamente minoritario en la comunidad venezolana, actúa con violencia extrema. También es el caso del Perú, en el que se han conocido casos de suma crueldad provocados por criminales de esa nacionalidad.

Sin embargo, no se debe generalizar ni mucho menos extender sobre todos los migrantes venezolanos una responsabilidad que no tienen. Existe en el Perú una comunidad pujante de extranjeros que aportan al PBI y poco a poco van integrándose y sumando su cultura a ese gran crisol de razas que conforma la nación peruana.

La crisis fronteriza no demanda balas sino humanidad. Esfuerzos diplomáticos, no insultos. Los migrantes no son culpables de serlo. Y cualquier persona puede convertirse en un refugiado.