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Ministro debe renunciar

Ministro de Educación, Oscar Becerra, lidera la contrarreforma educativa.

Oscar Becerra no es solo un deslenguado que va lanzando improperios y frases sin sentido al paso. Es quien ha liderado el desmantelamiento de la institución tutelar de la calidad educativa, la Sunedu, para convertirla en una dependencia afín a los intereses de las universidades bamba.

Su paso por el Ministerio de Educación en el gabinete Otárola ha sido marcado no por el despropósito, sino por el objetivo articulado de no dejar piedra sobre piedra de la reforma educativa del 2014. Entre falsedades como las acusaciones contra los “caviares” y las consultorías ha ido desmontando la institucionalidad que a duras penas se logró alcanzar.

Ha actuado con premeditación para mover las piezas que produzcan una votación contra la exdirectiva de Sunedu. Ha nombrado a exclientes como rectores. Ha renovado con adulones el Consejo Nacional de Educación. Ha alentado el salto atrás que se ha dado en el sector. Todo con plena conciencia y determinación.

En este juego de intereses comerciales, en el que ahora se mueve el sector de la educación superior, él es un protagonista. Y ha jugado con los colores del Gobierno de Dina Boluarte para satisfacer los requerimientos de las universidades no licenciadas y de los partidos políticos que las representan en el interior del Congreso. Esos mismos que votan en sintonía con el Gobierno para impedir el adelanto de elecciones, o las censuras y las interpelaciones.

Cuando Oscar Becerra agrede a las madres aimaras, agravia a las mujeres, o pide la pena de muerte y reclama que salgamos del Pacto de San José —al mismo estilo de Fujimori hace dos décadas— no se trata de senilidad o de irse de boca. Es un pensamiento organizado que expresa una ideología de la extrema derecha, que ahora, gracias a Dina Boluarte, tiene el control del Ministerio de Educación.

Que el primer ministro no coincida con los exabruptos de Becerra no significa nada. De quien tiene que distanciarse es del ministro Becerra, que no puede permanecer un minuto más al frente del sector y, en paralelo, de los grupos de interés que están nuevamente al mando de la educación en el Perú, que saben que mientras más pobre y exigua sea la educación pública, más pingües negocios se abrirán para su insaciable afán de lucro.