Palabra de embustero

Sí, hay unos cuantos ministros más decentes, es verdad. Francke. Cadillo. Torres. Durand. Cuatro geranios en medio del desierto.

Pedro Castillo tuvo la oportunidad de construir una opción democrática de izquierda, si es que se moderaba, como escribió Rosa María Palacios en este papel, el último domingo. Pero ya vieron lo que hizo.

Escogió por premier a un personaje que, en lugar de poner paños fríos y atemperar el enrarecido clima político, exacerbó y polarizó a más no poder. En lugar de leer el clarísimo mensaje de las urnas, nombró con poca vergüenza y peor memoria, como el segundo de a bordo, a uno de los alfiles de Cerrón. A un senderolover. A un misógino y homófobo de campeonato. A un áulico de la dictadura cubana. En síntesis, a alguien que no exhibe ni credenciales democráticas ni capacidad de diálogo.

De otra parte, mantiene estrechamente a su lado, como loro de pirata, hablándole al oído, haciendo y deshaciendo como le viene en gana, y en plan de vocero fáctico, al impresentable Vladimir Cerrón, quien gobierna sin haber sido elegido, fiel a su oficio de usurpador, como lo hizo en su momento su tocayo Montesinos.

Sí, hay unos cuantos ministros más decentes, es verdad. Francke. Cadillo. Torres. Durand. Cuatro geranios en medio del desierto. Síntomas que nos enrostran en la cara lo infame que puede ser este gabinete, que solo se entiende desde el criterio de la repartija y la política menuda.

O ese gabinete se armó para cumplir el plan cerronista de cerrar el Congreso, o es fruto de la nula preparación de Castillo para gobernar el país. En cualquiera de los dos casos, nos encontramos ante una situación que amenaza a la democracia, en un contexto de pandemia y de crisis económica y polarización extrema. Porque así están las cosas.

¿Cómo salir de esto? Censurando ministros, de uno en uno, en el Congreso, como advierte la propia Rosa María Palacios. O no dándole la confianza al gabinete. Y si Castillo insiste tozudamente en el mismo juego irresponsable de colocar ministros chapuceros y angurrientos, pues los legisladores deberían proceder entonces con la vacancia presidencial por incapacidad política y moral, como ha propuesto Juan Carlos Tafur en Sudaca.pe.

Es una lástima que Castillo, en un lapso de veinticuatro horas, entre el 28 y el 29 de julio, haya dinamitado su credibilidad, desdiciéndose en un santiamén, y empujándonos hacia un régimen opaco y de cariz autoritario, en el que coctelea la demagogia con la estupidez, y que se aleja, aceleradamente, del Estado de derecho.

Hay otra salida, por supuesto. Que Pedro Castillo acepte su ineptitud e incompetencia, y su cobardía política para regir los destinos del Perú en uno de los peores momentos de su historia, y renuncie. Sería una partida más digna que la vacancia.

Como sea. Que decida rápido. Hoy mismo.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.