El alcalde Manuel Velarde quiere convertir a San Isidro en un distrito para todos e invita a la gente a usar los parques con libertad. Sin embargo, algunos vecinos, sobre todo los que viven en El Olivar, se resisten. Dicen que su bosque se está convirtiendo en “tierra de nadie”. Esta es la historia de un desencuentro. , Es un miércoles cualquiera en el bosque de El Olivar, el corazón de uno de los distritos más residenciales y añejos de Lima, San Isidro. Todo va bien: niños manejando sus bicicletas color rosa, ancianos sentados en las bancas observando la laguna artificial, corredores que sudan la última gota. De repente un evento poco usual rompe la armonía. PUEDES VER: Polémica en Facebook por enrejado amarillo del malecón en la Costa Verde La vecina Zoraida Paz, conocida por la comuna como Zoti, corre despavorida porque, al parecer, uno de los árboles se está quemando: –¡Se quema un olivo!, nos dice. En pocos segundos, un contingente de seguridad rodea al árbol. Se trata del jefe del serenazgo, un policía y dos guardianes más. Unos muchachos que celebraban un intercambio de regalos soltaron ingenuamente un pequeño globo aerostático de papel que en vez de ascender quedó atrapado entre las ramas del árbol. Por suerte, la llama del globo se apagó y el incidente no dio lugar a más. Fue falsa alarma. Por hechos como este es que Zoraida Paz y Magdalena de Monzarz (conocida como Malena), representantes de la junta vecinal del sector 3-3 de San Isidro, han formado un bloque duro contra, según dicen, cualquier visitante que ponga en peligro El Olivar: contra los que usan las áreas verdes como minicircuitos de bicicross, contra los que dejan que sus niños trepen a los delicados olivos –algunos plantados en 1560– o contra los que podrían ocasionar un incendio. –La gente debe respetar las reglas de El Olivar y no dañarlo, dicen en coro Zoraida y Malena, lo cual suena razonable, pero ¿qué ocurre cuando estas vecinas quieren prohibir hasta que la gente se reúna en el bosque para hacer un picnic? ¿Discriminación aquí? Hace poco, la señora Zoraida Paz fue citada en un periódico vecinal llamado El Sanisidrino en el que en tono despectivo se decía que El Olivar se está convirtiendo en un “parque zonal” (parque dedicado al esparcimiento en la periferia limeña) debido a la gran cantidad de gente que viene los fines de semana. “El bosque está invadido por fotógrafos comerciales que (...) inclusive van acompañados de personajes de peluche como cualquier plaza de armas de provincia”, se dice en la nota y a renglón seguido se añade: “Los senderos y áreas verdes están totalmente ocupados por niños y adultos que juegan en medio de risas y gritos que impiden un paseo reflexivo”. Paz dice que sus declaraciones fueron tergiversadas: –Yo dije que ni siquiera en un parque zonal se deja a la gente hacer lo que le da la gana, aclara. Sin embargo, sus declaraciones fueron juzgadas en las redes sociales como “racistas” y “clasistas”, y a ella, sanisidrina de nacimiento, la han dejado como alguien que discrimina. –¿Discriminación? Acá hay un cartelito que dice “Parque para todos. Prohibida la discriminación”. Es un insulto para los vecinos. Nosotros no discriminamos a nadie, dice Malena De Monzarz, florista a tiempo completo, refiriéndose a los carteles que el alcalde de San Isidro, Manuel Velarde, ha colocado en los puntos del distrito donde se reportaron denuncias por supuesto racismo. –Yo almuerzo todos los domingos en La Florida, un tugurio que está en la avenida Arequipa. Allá todos son mis amigos, yo no voy a hacer obra social. Si hay alguien que no discrimina esa soy yo, prosigue la vecina, ex alcaldesa temporal de San Isidro, quien más adelante, para subrayar que ella no excluye a nadie, añade: –Yo he estudiado en Iowa (Estados Unidos), he tenido una compañera que era negra retinta, que venía de New York, no me vengan a poner ese cartel que es vergonzoso para los que vivimos aquí. La lista de amarguras A las señoras Paz y De Monzarz les molestan sobre todo los fotógrafos comerciales quienes, aprovechando el paisaje de El Olivar (los olivos viejos y las casas estilo Tudor), citan a novias y quinceañeras para hacerles aquí sus sesiones de fotos. –Pero no pueden usar el bosque como su estudio fotográfico –dice una de ellas. En San Isidro está prohibido el comercio en la vía pública. Además, acá vienen las modelos a desvestirse, ves a las embarazadas con poca ropa, a los maridos besándolas, ya eso es algo muy privado. En segundo lugar están los ciclistas que a toda hora circulan (algunos a velocidad) por el paseo peatonal del bosque. Las vecinas sostienen con razón que podrían atropellar a los niños y ancianos. Problema que se solucionaría con un letrero de disminución de velocidad o con que simplemente circulen por la pista. A esta lista de visitantes se añaden además los grupos religiosos, los clubes de fanáticos, los de lectura, los colegiales, la gente que pasea a sus perros sin correa, los niños y adultos que juegan fulbito en el parque, todos los que vienen los fines de semana a hacer uso de un espacio público que en una ciudad con poco verde y tan hostil resulta ser un oasis. –Los sanisidrinos salimos sábados y domingos muy poco porque te amargas el hígado viendo esto. El bosque se ha convertido en tierra de nadie. Lo que pedimos es que se cumplan las reglas, si yo voy a Estados Unidos tengo que seguir las reglas, si vienen acá deben seguir nuestras reglas, dice la señora Zoraida Paz, quien junto a su compañera sostiene que este 'desborde popular 'empezó en enero con la gestión de Velarde. –Quiere llenar de gente el distrito, ¿por qué? Si nosotros vivimos tranquilos. El alcalde convoca a clases abiertas a todo público con el dinero de los vecinos. Creo que ese señor quiere ser alcalde de Lima. San Isidro está cambiando hacia algo que nunca hemos pedido, añade la vecina De Monzarz. La batalla A todo esto, el alcalde Velarde asegura que quiere lavarle la cara a San Isidro, abrir sus plazas y quitarle cualquier tufillo que lo identifique como distrito excluyente. Como primera medida ha colocado carteles contra la discriminación en varias plazas del distrito, especialmente en El Olivar: –En mayo pasado, unos vecinos salieron a increpar a un grupo de ciclistas que se habían reunido en el parque, le dijeron: "¡Váyanse! Ustedes no son de aquí", cuenta el alcalde. Fue a raíz de esto que la municipalidad abrió una línea para denunciar situaciones de exclusión. Como otra medida se está auspiciando eventos al aire libre como eco markets, conciertos, cines en parques, 'foodtrucks' o camiones que ofrecen comida al paso en los parques cercanos al centro financiero. Esto último provocó la cólera de algunos vecinos que protestaron con carteles con mensajes como este: "San Isidro no es el Mercado Central". –Los espacios públicos deben ser usados por las personas. No deben servir solo para ser contemplados. Lamento que haya vecinos con opiniones que promueven la discriminación pero creo que son una minoría, dice Velarde, que parece ser un alcalde de buenas intenciones; sin embargo, tendrá que batallar con algunos vecinos que aún creen que San Isidro es territorio de condes, como en el siglo XVI. De vuelta a El Olivar, unos adolescentes de La Victoria descansan echados en el pasto. Son los visitantes que probablemente disgustarían a algunas vecinas sanisidrinas. Ellos dicen que vienen aquí porque en su distrito les prohíben echarse en los parques y porque acá todo es más verde. Por lo pronto nadie les prohíbe disfrutar del espacio público. Este es un país libre.