Un spot televisivo elaborado por el gobierno señala que la mitad de los niños y las niñas del Perú padecen de anemia. Según la Encuesta Demográfica de Salud Familiar ENDES 2016 del INEI, el 43.6% de los menores de 3 años (620,000 aproximadamente) padecen de anemia: 39.9% en la zona urbana y 54.5% en la zona rural, siendo la situación crítica en Puno, Loreto, Pasco, Huancavelica y Ucayali. La anemia, entre otras cosas, provoca retraso en el crecimiento de los niños, limitaciones intelectuales, riesgo de padecer infecciones y escasa resistencia a las enfermedades (https://goo.gl/CTNw6u).Llama la atención la contradicción entre esta cifra y aquella otra, proporcionada por el mismo INEI, que afirma que la pobreza afecta hoy solo a la quinta parte de los peruanos. Teóricamente la clase media se ha expandido, pero un grado de desnutrición infantil semejante es propio de sectores pobres y no de una clase media en ascenso.Es bueno tener presente lo precarios que son los logros sociales en un país como el Perú. La matriz productiva primaria exportadora de nuestra economía no ha cambiado y sigue estando sujeta a los vaivenes de los precios de las materias primas en los mercados internacionales. Un ejemplo: el elevado precio del cobre, nuestro principal producto de exportación, permitió incrementar el gasto social, pero ahora su precio se ha reducido a la mitad y se reducen los ingresos del Estado, un hecho agravado por el latrocinio de los recursos fiscales vía la corrupción. La respuesta del Estado no es reducir los ingresos de los estratos más ricos, sino contraer la inversión en servicios sociales básicos, como salud, educación, vivienda y justicia y buscar incrementar la explotación de los trabajadores, como lo pretende la ley pulpín 2, con la que PPK apunta a despojar de derechos laborales no ya a los jóvenes entre 18 y 24 años sino extender este margen hasta los trabajadores de 29 años de edad. Este es el contexto general dentro del cual se vienen produciendo un conjunto de reacomodos políticos. Asistimos al despliegue de una estrategia mediática que busca convertir a Kenji Fujimori en un verdadero líder político. Un manejo muy cuidadoso en los medios resalta facetas atractivas del prospecto, como que está aprendiendo a hablar quechua (algo digno de elogio y que debería ser imitado) y transmite una imagen conciliadora, por oposición a la intolerancia de su hermana Keiko. Un Kenji humano, que visita asilos de ancianos y habla de sensibilidad social, levantando propuestas atractivas, como reforestar los Andes, una especie de revival de la Sierra Exportadora del exministro fujimorista Absalón Vásquez, y una plataforma vagamente post extractivista.Detrás de la construcción de esta nueva imagen se encuentra Alberto Fujimori y miembros de su antiguo entorno, como Jorge Morelli, Carlos Orellana y Carlos Raffo, que redactan cuidadosos artículos para El Comercio a nombre de Kenji y tienen como medio de expresión orgánico al diario Expreso. Son los desplazados por los becerriles, letonas y bartras.El objetivo de Alberto Fujimori hoy no es el aún lejano 2021 sino recuperar el control del aparato partidario fujimorista. Don Alberto no podía saber -como creo que muy pocos pudieron imaginarlo- que la ambición de su hijita Keiko la llevaría a levantar un liderazgo alternativo al suyo. Se trata ahora de intentar un retorno a los orígenes; el regreso de los fujimoristas históricos.Este segundo debut viene acompañado por nuevas propuestas, que podrían abrir un juego interesante hacia la derecha y determinados sectores empresariales. Una carta importante es la promesa de establecer una relación constructiva entre el gobierno y un sector dialogante del fujimorismo. Para PPK y su grupo sería un sueño una bancada fujimorista dividida, y la propuesta de concertación con un sector del fujimorismo tiene operadores dentro de equipo de PPK que se juegan por el indulto, que buscarán deshacerse de los ministros “caviares” este 28 de Julio: Alberto Cabello, Cecilia Blume, Freddy Chirinos, Cayetana Aljovín y otros topos que ya irán saliendo. Es a primera vista una propuesta ventajosa para el gobierno, para Alberto Fujimori, para los parlamentarios fujimoristas silenciados por Ana Vega y Pierre Figari, los mastines de Keiko y bien vista por el empresariado. Úrsula Letona expresa los temores del keikismo cuando condiciona la liberación de don Alberto a que este prometa quedarse callado en su casa. Una preocupación infundada, pues un Fujimori libre estaría ocupado un buen rato en poner a Keiko en su sitio, antes de hacer presencia pública. Se juegan pues apuestas mayores en torno al indulto.