Gracias principalmente al trabajo del colega argentino Luis Kancyper, los psicoanalistas sabemos hoy que no solo el complejo de Edipo estructura las relaciones humanas. Ya Freud lo había adelantado en 1916: “La posición del niño dentro de la serie de los hijos es un factor relevante para la conformación de su vida ulterior.” Esto que es válido para todos, adquiere particular relevancia en la política peruana actual. Acaso debido a nuestra fragilidad institucional, la sorda pugna entre los hermanos Keiko y Kenji Fujimori va en un crescendo que, por momentos, es ensordecedor como un redoble de tambores (de guerra). “En la protesta fraterna, afirma Kancyper, uno de los hermanos manifiesta una agresión franca y un rechazo indignado hacia otro hermano que, según él, sustenta un lugar favorecido e injusto.” Añade que el hermano menor suele ser eximido de ser portador y garante de la responsabilidad familiar. Esto le permite ser cuestionador y creativo. Mientras que el (la) mayor es el epígono y el conservador. ¿Alguien ve en estas teorías algo “familiar” con nuestra realidad? La ventaja de Kenji es, ostensiblemente, su apellido. Esto le permite decir cosas que, para cualquier otro integrante de la bancada de FP, sería motivo de exclusión inmediata y violenta. Es entre divertido y patético ver a congresistas como Daniel Salaverry sufrir un olvido -“ibi, ibi, ibi”- ante las cámaras (un evidente acto fallido de la psicopatología de la vida cotidiana), al intentar dar una lección al insumiso hermano menor del clan. El temor a un agravio de lesa majestad le trabó la lengua y la memoria, como ocurre con Tubino, Becerril, Alcorta o Galarreta, atenazados por la sumisión a la dinastía. Kenji, lejos de amedrentarse, hunde más el clavo. En el último programa de Jaime de Althaus en canal N (cuya partida deploro, pues, pese a nuestras discrepancias, el suyo era un programa valioso para el debate nacional, conducido con decencia y calidad), llegó a pedir la salida de los “jefes” Vega y Figari. Augusto Álvarez Rodrich concluye que estas críticas desembozadas obedecen a la sensación de que el fujimorismo avanza, a pie firme, hacia una nueva derrota en el 2021. Lo cual no es incompatible con la rivalidad fraterna. Al contrario. Las distintas actitudes respecto del indulto al padre, en donde Kenji lo acepta con beneplácito y Keiko con inocultable ambivalencia, refuerzan la hipótesis del síntoma multideterminado. Lo que no hay que olvidar, sin embargo, es el imaginario fujimorista que trasciende a la rivalidad fraterna. Kancyper lo llama el “unicato”. Es un término acuñado a fines del siglo XIX; designa al gobierno de un solo partido, reaccionario y corrupto. Su eje era un poder ejecutivo unipersonal que inutilizaba y avasallaba a los demás (J.L. Romero: “Las Ideas Políticas en Argentina”). Salvo el poder, lo demás es psicoanálisis.