La visita del Papa Francisco al Perú a comienzos del 2018 no parece tener un propósito particular. No nos visitó en la gira por América Latina del 2015, y ya nos toca. La idea general es estrechar lazos con el mundo católico, más algunos gestos puntuales, que pueden ser leídos como mensajes específicos. Quizás para los peruanos lo más saltante es la pascana en Puerto Maldonado, que ya está siendo interpretada como producto de su preocupación por el medio ambiente: defender la Amazonía desde uno de sus puntos más biodiversos y más amenazados por la minería ilegal. Mucho más octanaje que la visita de Juan Pablo II a Iquitos en 1985. La elección de Trujillo como destino es menos descifrable. La primera explicación que viene a la mente es la atención a una zona donde acaba de darse una enorme catástrofe, y donde abundan los damnificados. Quizás también le resulte más cómodo acudir a Trujillo que a la vecina Piura, donde es tan influyente el Opus Dei. Para nadie es un secreto que entre Francisco y el Cardenal Juan Luis Cipriani hay diferencias de perspectiva y estilo. Lo cual sugiere que el Papa buscará la manera de contrapesar los contactos con el Cardenal mediante la visita a algunas diócesis más afines a su posición. No será nada polémico, pero sí quizás cargado de intención. Cipriani ha llamado a la unidad política para recibir al Papa. Pero también será necesario promover unidad en una parte de la feligresía intensamente cruzada por el conservadurismo y el derechismo social. Es de suponer que el intenso entusiasmo por la visita misma pondrá de lado este tipo de diferencias. Francisco viene de una Europa donde, como lo pone James Politi para The Financial Times, “sus posiciones en temas sociales, incluido su apoyo a los refugiados musulmanes, está creando oposición entre los católicos conservadores dentro y fuera del Vaticano”. Una discrepancia que incluye a sus iniciativas sobre el matrimonio y la familia. Los disparos le llueven de todas partes. Incluso una personalidad definida como “agnóstico militante”, como Mario Vargas Llosa acaba de preguntarse si el Papa hace más de lo que dice, y se ha respondido a sí mismo que no. Para nadie es un secreto que entre Francisco y el Cardenal Juan Luis Cipriani hay diferencias de perspectiva y estilo.