Héctor Becerril, conspicuo pasajero de la mototaxi, ya anuncia para todo fin práctico la censura del ministro del Interior. Un momento de poder extraordinario, en el que un único congresista vaticina el destino de un miembro del Ejecutivo. Sombras de la frase “ahora sabrán quiénes somos”, que anunció la primera censura a un ministro. La lógica de esta forma de acoso al Ejecutivo parece clara: los ministros están allí porque el Legislativo se los permite. Con lo cual el Ejecutivo tiene capacidad de administrar, pero muy limitado poder político. Es la forma que ha encontrado Fuerza Popular de capturar el Ejecutivo que se le fue de las manos en el 2016. Cuando la censura recién apareció muchos, entre ellos este columnista, pensaron que esa satisfacción nivelaría la cancha y le permitiría a FP concentrarse en la tarea legislativa, incluida por cierto la fiscalización. No ha sido así. Las virtudes curativas de censurar al prestigioso Jaime Saavedra no fueron suficientes. En verdad FP no ha encontrado otra manera de hacer valer la fuerza de sus 70+ congresistas. Al final la censura, o la amenaza de ejercerla, como definición de un enemigo externo, es lo que mejor mantiene el dominio de la mototaxi sobre el resto de la bancada, y el prestigio del partido como fuerza inapelable. La dinámica del proceso evoca la de la adicción, en el sentido de que el único efecto del placer político instantáneo de una censura es la necesidad de otra censura. Un mecanismo que, como la famosa piel de zapa, se va desgastando con el uso. Imaginemos, por ejemplo, la censura ministerial N°10. Algunos dirán que esto ha sido propiciado por no haber el Ejecutivo hecho cuestión de confianza apenas apareció esta actitud demoledora. Esto sigue siendo discutible, pero los argumentos para la elección de un nuevo parlamento se están acumulando. Entre otras cosas porque el desorden político ya empieza a afectar a la economía. En cierto modo el bloqueo de la posibilidad de gobernar con eficacia ya está entre nosotros. FP lo sabe, y dosifica los embates para evitar que la estrategia se vuelva notoria. Pero Becerril no se iba a perder la posibilidad de aparecer como verdugo de Carlos Basombrío, ya ha revelado el juego con todas sus letras.