Una derrota, una victoria y rumbo de colisión a la vista.,Hoy se cumple un año de la segunda vuelta del 5 de junio de 2016 que trajo dos hechos que han puesto al país ante una tranca difícil de resolver hasta ahora, pensando en el progreso del Perú: la victoria de Pedro Pablo Kuczynski y la derrota de Keiko Fujimori. Fue un resultado que, por inesperado para ambos, produjo un cortocircuito que está poniendo a prueba la resistencia del sistema político, pues se viene caminando en una ruta de colisión que podría traer consecuencias funestas para la democracia. En este caso, y a diferencia de lo que suele suceder en todos los procesos electorales, quizá más importante que el triunfo del que ganó fue la derrota de la que perdió. Lo singular de ese resultado es que Fujimori tuvo una derrota inesperada, pero que le entregó una mayoría amplia de las fichas del Congreso. Y que, por el otro, la descolocó en su proyecto de vida, pues tener un segundo fracaso consecutivo frente a rivales que no eran tan difíciles de vencer –Ollanta Humala, en 2011, y PPK, en 2016–, la pone en la desagradable necesidad de seguir siendo candidata durante quince años seguidos. Su caso no es único. Lula recién ganó la presidencia de Brasil al cuarto intento, tras empezar en 1989, y llegar al Palácio de Planalto recién en 2003, mientras que Salvador Allende también postuló cuatro veces entre 1952 y 1970, cuando ganó el derecho a dirigir Chile desde La Moneda. Pero la diferencia es que Keiko Fujimori fue la candidata con más probabilidad en los años 2011 y 2016 y, al final, perdió por errores propios antes que por virtudes de sus rivales. Ello, junto con el escenario incierto de su camino hacia el año 2021, por enfrentar competencia dentro del fujimorismo y de fuera del mismo por parte de una derecha más conservadora aún de lo que se ha vuelto Fuerza Popular, además de una piconería abierta, mucha sangre en el ojo y poca habilidad para armar una estrategia política inteligente, se expresa en un fujimorismo que es hoy una oposición sin rumbo y con actitudes matonescas basadas en el argumento de tener una mayoría abrumadora en el Congreso que le permite hacer lo que le dé la gana. A su vez, el gobierno de PPK, un año después de su elección inesperada hasta para él mismo, aún no ha podido articular una estrategia política viable para el escenario que enfrenta. A 365 días de la derrota de Keiko y la victoria de PPK, el Perú se sigue paralizando y va rumbo a una colisión que ojalá se pueda detener, pues el costo sería muy alto para los ciudadanos.