Para nadie es desconocido que la estrategia política de Keiko Fujimori está basada en la confrontación, mientras que la de Fernando Zavala, en la cooperación. Ambos caminos enfrentados hacen imposible gobernar y terminan, a la larga, causando un choque de intereses que será perjudicial para ambas partes. Unos, el gobierno, por débiles; y, los otros, el fujimorismo parlamentario, por prepotente, saldrán heridos. ¿Cuán heridos? Dependerá de hasta dónde quiera ir Fujimori en sus planes por lograr el poder prematuramente y hasta dónde el gobierno siga permitiendo que lo aplasten en cada iniciativa.Pero creer que el penoso espectáculo político de estos días es un juego de a dos es no ver la figura completa. Lava Jato y sus temblores continentales están causando un claro alineamiento de fuerzas de todos aquellos que saben que, tarde o temprano, la verdad será revelada. Toledo, García, Humala para empezar con los ex presidentes del Perú; el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio; gobernadores regionales (van dos, Moreno y Acurio) y otros tantos más, están, directa o indirectamente, involucrados en la percepción de coimas de todas las empresas constructoras brasileras que se adjudicaron, solo en este siglo, más o menos 10,000 millones de dólares en el Perú. En un cálculo muy grueso, en Brasil el sobrecosto promedio por obra fue de 3% para ser repartido en coimas. Si se replica ese 3% en el Perú, estamos hablando de 300 millones de dólares. Los 29 millones declarados por Odebrecht quedan enanos al lado de esa cifra. Es evidente, entonces, que los involucrados van a desarrollar varias estrategias para salir impunes de esta situación cada vez más apremiante. Tienen los recursos para callar muchas bocas, empezando por la de los testaferros. Pero lo primero ha sido infiltrar Fiscalía y Procuraduría Anticorrupción. El descarado tratamiento diferenciado a Toledo y a Humala (dos cadáveres que ya no son relevantes para los negocios de Odebrecht) y el no tocar ni con el pétalo de una rosa a García y Castañeda es un escándalo. La ministra Pérez Tello debe botar a todos los responsables por falta de resultados. Pero parece que no puede. ¿Se abre otro frente que PPK no podría resistir? Ahí está el meollo del asunto.¿Qué le conviene más al grupo de corruptos? ¿Un gobierno tecnocrático como el de Kuczynski que ha deslindado con la corrupción o un gobierno de Keiko Fujimori que puede promover indultos generales? No les extrañe entonces la campaña mediática organizada para limpiar a García e insultar a Gustavo Gorriti, y a mí de paso, como a varios otros más. Esas campañas en redes seguirán y serán cada vez más fuertes. Recursos para hacerlo tienen de sobra. La consigna es desaparecer a Fujimori, a García y a Castañeda de toda noticia que los asocie a las constructoras brasileras; levantar al máximo posible un caso de corrupción probado como el de Toledo, los gobernadores regionales o la banda del MTC y tirar todo el lodo posible sobre Humala y sus ministros. Y a los periodistas que no nos alineamos, que dudamos de la integridad de los “intocables,” soltarnos a lo peor de la prensa corrupta que sí existe y que sí actúa.La izquierda le hace el juego a los corruptos y a los fujimoristas y también se para frente al gobierno sin entender, otra vez, que aquí se está jugando un partido más grande que las minucias de un aeropuerto que no se inaugurará en este gobierno. Para que lo entiendan despacito, Fujimori y García son aliados de facto, juegan en el mismo equipo. Si ahí se quiere sumar la izquierda, sus posibilidades de ser gobierno algún día son nulas. ¿Saben por qué? Porque la verdad llegará tarde o temprano y ahí se verá quién estuvo parado al lado de quién.Regresamos al segundo debate del 2016. El candidato Kuczynski planteó un parteaguas claro. Democracia versus autoritarismo. Limpieza versus corrupción. Un año después, Lava Jato le da la oportunidad de volver a esa narrativa. Que use el mayor caso de corrupción de la historia para enfrentar a todos y hacer visible los alineamientos invisibles. Para eso debe empezar por respaldar a su ministra de Justicia, reestructurar esas procuradurías y dar la pelea, confrontar a todos en ese frente que se le presenta hoy como la gran oportunidad para fortalecer a su gobierno y ganarse el respeto o, mejor aún, el temor de todos los corruptos que hoy conspiran para la caída del régimen.