La política de base electoral siempre ha tenido algo de hereditario. No es insólito que el hijo de un presidente intente emularlo, y algunos incluso lo han conseguido. Hay familias que se agrupan en clanes políticos. La vocación de dinastía ha sobrevivido al pasado oligárquico, y a muchos les sigue pareciendo natural.Tal vez el secreto de esto está en la publicidad, es decir en la magia de un nombre. En una era de intensas campañas electorales un apellido asociado a la presidencia tiene un valor en sí mismo, lo cual es también una explicación para las reelecciones, tan frecuentes y fáciles que tienen que ser normadas. Las familias políticas no sólo se benefician de la publicidad. También están los contactos, el aprendizaje en la mesa familiar, y acaso una convicción de que en cierta manera la presidencia, o por lo menos un lugar destacado en la política, les corresponde. A veces basta un par de generaciones para consolidar este tipo de ventajas.Sin embargo los sucesores rara vez consideran a su figura política producto de un endoso familiar, sino un mérito propio, lección política que también se puede aprender en casa. Casas del herrero donde no siempre los cuchillos son de palo.A la vez es evidente que el status de la figura presidencial ha cambiado mucho en los últimos decenios. Con presidentes presos, prófugos, acusados, o vilipendiados, la magia del nombre va a necesitar mucho más publicidad para que las nuevas generaciones de aspirantes dinásticos avancen su ficha. El apellido incluso puede ser contraproducente.Cuando el aprista Mauricio Mulder dice que “Si Keiko y Kenji no se apellidaran Fujimori no estarían donde están”, formula un hecho evidente, pero a la vez pasa por alto una costumbre. Las familias que llegan al éxito político rara vez quieren abandonarlo. Podemos llamarlo vocación, ambición o ilusión, pero sin duda esa picazón existe.Es innegable que hay clanes donde el talento para la política es compartido, y lo que ha hecho el recién llegado es ponerlo en evidencia y alentarlo. Más todavía si por ese camino han aparecido una educación de primera y recursos de todo tipo. Pero también hay casos donde la frustración está a la vuelta de la esquina.