Estas últimas semanas me tocó viajar a Chincha y Cañete. Tuve la suerte de no ser el conductor y poder observar, con esa suerte de tedio melancólico que emana de los recorridos en carretera, el paisaje, los ciclistas, una extraña sucesión de muchos quioscos de venta de helados, todos idénticos, a la altura de Chilca. Pero el motivo de esta nota son dos carteles publicitarios. El primero es uno de ladrillos, el segundo de condones. Vamos con el de los materiales de construcción. Se trata de un anuncio de la marca Lark. A un lado se encuentra una pared a medio hacer. Al otro, una mujer a medio desvestir. Como es obvio, se trata de una joven muy atractiva, cuyos shorts tienen el cierre abierto hasta la mitad. Antes de abordar las consecuencias de la publicidad machista y sexista, les comento que en la web me doy con la sorpresa de que en enero del 2015, la entonces ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Carmen Omonte, ya se había pronunciado contra esos carteles y anunciado que tomaría las medidas correspondientes. Como quiera que los carteles siguen allí, saquen ustedes sus propias conclusiones. Por si a alguien se le ha pasado el dato, estamos en el 2017, es otro Gobierno y la ministra que ocupa el puesto sigue siendo Carmen, pero Romero. Los carteles no se han ido. El otro aviso agrega a la contaminación simbólica la visual, pues el peligro que esto supone para los conductores que apartan la vista de la carretera para mirar esos cuerpos de ensueño, ofrecidos como señuelos, es considerable. En este se ve a una mujer en bikini, bajándoselo con los dedos para que se distinga el cuerpo bronceado de la piel blanca (demás está decirlo: es blanca; al machismo se añade el racismo). Al lado hay varios ejemplares de condones en sus envases y un hashtag que dice: #Todasllegan. No son pues solo preservativos: son una garantía de potencia viril y orgasmos sin cuento. Este sexismo publicitario ignora deliberadamente los efectos de esta desubjetivación de las mujeres. Los “genios” que diseñaron estas piezas se zurran en la asociación entre mujeres-objeto y violencia contra ellas. Si son pedazos de carne, cuya única razón de ser es la de dar placer a machos constructores o penes invulnerables, ¿por qué no aderezar su goce con acoso, manoseo, abuso, golpes o incluso feminicidio? Acaso lo más alarmante, sin embargo, es la impunidad con que estos anuncios denigrantes y nocivos continúan ensuciando el paisaje y perpetuando la imagen de la mujer como muñecas decorativas. Si a alguien esto le parece “buenismo” políticamente correcto, imaginen a sus hijas o parejas exhibidas como vaginas anhelantes. Entonces acaso comprendan que el trato que ciertos publicistas –hombres, por supuesto– dan a las mujeres, es parte importante de lo que mantiene a nuestra sociedad en condiciones de atraso y violencia.