Durante la campaña presidencial 2011, trabajando en el noticiero matutino de Frecuencia Latina, sucedió algo que pocos comprendieron: abandoné el set al inicio de una entrevista que compartía con mi coconductor, sigilosamente, cuando la cámara no me ponchaba. Ya estando casi fuera, por mala suerte el director ponchó y se llegó a ver una partecita mía saliendo. Pese a la campaña de una difamadora exrea, era obvio que si yo hubiera querido hacer escándalo hubiera usado las cámaras en vivo. Pero no era el caso y las razones tenían más que ver con la responsabilidad de un periodista de prepararse para una entrevista y con un rechazo a malas prácticas de algunos periodistas de servir al patrón en vez de al público.En un noticiero nacional en el que a diario se entrevista a muchas personas, los productores coordinan con los entrevistados al menos un día antes para que los conductores puedan prepararse. La decisión final la suele tener el director/a. Si trabaja en equipo y priorizando el periodismo, se decide en consenso. Pero esto pasa cada vez menos porque los medios masivos suelen manejar sus intereses a través de indicaciones a sus obedientes directores que subordinan lo periodístico a su estabilidad laboral. Algunos pocos periodistas aún dan la lucha, pero cada vez son menos porque se les rotula de inmediato de conflictivos. Como consecuencia, muchas cosas se manejan al margen del interés público/periodístico y más por cumplir con poderes políticos o económicos. Volviendo al 2011, estando en el set en vivo, por el auricular (mediante el cual el director se comunica con los conductores para indicar pausas, nota a presentar, microondas, etc.) nos informaron que acababa de llegar el candidato Kuczynski para una entrevista y que en cinco minutos subiría al set (en un piso distinto a la sala de control del director). El problema fue que hasta ese minuto nadie me había avisado de esa entrevista.Para mí era una irresponsabilidad “regalar” una entrevista así, sin prepararla, a un candidato con controversias en su pasado político sobre las cuales ahondar. Claro que podría haber improvisado, pero me parecía poco profesional ofrecer algo así al público, además de despertarme suspicacia porque la directora una vez había proclamado entre nosotros su preferencia por ese candidato. Además, en el contexto político, PPK venía creciendo, era bien solicitado e imposible que se aparezca de pronto en un set. Yo objeté la entrevista sin recibir respuesta de la directora y como mi compañero optó por quedarse, y cuando sentaron al entrevistado mientras estábamos en un despacho en vivo, decidí bajar a hablar con ella. Sintomáticamente rehusó atenderme. Cuento esto porque, a la luz de incidentes recientes, es cada vez más notoria la falta de preparación de algunos periodistas en temas puntuales, sea porque no son de su interés o porque no hicieron su tarea. Olvidan que participar de una plataforma desde la que se desarrollan informaciones para la ciudadanía conlleva la obligación de estar enterado o prepararse lo más puntillosamente posible en todo tema y poder hacer buenas preguntas y repreguntas y conocer previamente los argumentos del entrevistado y sus respuestas usuales para poder escarbar más y mejor. Y pese a tener hoy todo a mano en internet. La mayor carga de trabajo de un entrevistador es el tiempo que toma prepararse en muchos y muy diversos temas y sus detalles (fechas, citas, montos, nombres, argumentos etc.). Al periodista no se le paga solo por sentarse esa hora o dos frente a cámaras o micros, sino por cómo se prepara las horas restantes de su día. Y hoy toca saber de muchos temas en los que, por ejemplo, la ciencia, la historia, la biología, la exploración espacial, tecnología, etc. están implicadas. Por eso es indispensable que el periodista que no es un erudito, lea más, se entere bien, se informe al detalle para llegar preparado a una entrevista. No hacerlo es una negligencia, un despropósito para con los ciudadanos y una banalización del periodismo, que es en primer lugar un servicio a la comunidad.