Los titulares acerca de abogados-cabecillas de una banda en Junín han llevado al distinguido abogado César Nakazaki a discrepar de ese enfoque. La idea de fondo es que quien delinque abdica de su profesión para convertirse en un delincuente a secas. La parte moral del argumento es inobjetable, pero hay allí un salto lógico que merece ser comentado. Pues son frecuentes los delitos que para ser cometidos requieren de un conocimiento especializado de las leyes. El tráfico de bienes inmuebles es el más vistoso de ellos, pero no el único. En esos casos los principios de la profesión en efecto han sido traicionados, pero los conocimientos implícitos en ella han sido indispensables. De modo que si bien el abogado que delinque se queda a solas con su delito, el mal uso de su formación es un agravante. Debemos entender que el argumento de Nakazaki apunta, sin decirlo, a que los cabecillas de la banda de Junín deberían ser separados del cuerpo de la profesión. Algo para lo cual los colegios de abogados no suelen ser muy ágiles. Nakazaki menciona, como un ejemplo paralelo, la situación del médico frente al juramento hipocrático. En efecto la comparación calza. Pero acaso más ajustado sería el caso de los luchadores profesionales, cuyas manos son consideradas armas, y cuyo entrenamiento y habilidades son inseparables de su persona en la eventualidad de que cometan un delito violento. De otra parte, en la lista de actividades más proclives a aparecer en las páginas policiales de cuello y corbata, en los últimos tiempos ciertamente los abogados destacan. También hay abundancia de empresarios, pero esa es una actividad difícil de definir profesionalmente con precisión. Aunque quizás no hay que ser muy lince para distinguir a un empresario de un delincuente. Quizás lo que ha movido a Nakazaki a hacer su deslinde es que los dos colegas hayan aparecido liderando una banda, cuando en esos casos más bien solemos encontrarlos como personal de apoyo. Algo que no se debe confundir con la legítima defensa profesional de acusados. Aunque el líder operativo más destacado de la banda más notoria en los años 90 fue un activo abogado, hoy en prisión (¿sigue colegiado?).