Ahora que Pedro Pablo Kuczynski y algunos de sus ministros repuntan, cabe preguntarse cuál puede ser el destino político de sus seguidores. ¿Pero tiene propiamente seguidores? Con pocas excepciones, sus ministros aparecen más bien como colaboradores sin ambiciones políticas, y proyectan más bien un perfil tecnocrático-profesional. Sus congresistas han llegado casi todos de otro grupo político, y pocos ocultan que están de paso hacia otras tiendas, quizás antes de lo que se piensa. De allí las periódicas muestras de insubordinación, y la poca capacidad de actuar como un equipo. Esto es en parte consecuencia de que PPK no es reelegible, y no tiene la menor inclinación a dedicarse a la vida partidaria. Aun así, la presidencia acumula capital político en tiempo real, no importa cómo le vaya. Pero desde el gobierno ese siempre es un capital de riesgo. Todo el que vaya con el membrete PPK a las elecciones del 2018 estará, quiéralo o no, sometiendo al gobierno a un plebiscito. Pero no participar es perder algo de ese capital natural. A esto se debe añadir el que PPK no es un ideólogo, y que tampoco parece plantearse grandes perspectivas a futuro. Lo suyo es resolver los problemas de la hora. Por eso las urgencias de El Niño Costero, con su necesidad de una unidad nacional, le han caído como anillo al dedo. Todo se va resolviendo en el gabinete, sin participación efectiva del partido. La situación es nueva. Todos los anteriores presidentes han representado un deseo de continuidad, personal o partidario. No parece haber un impulso parecido en esta presidencia. Quizás algunas figuras intenten construirlo en los cuatro años que vienen, pero para eso tendrían que convencer a un líder que es más práctico que visionario. Aun los presidentes con planes para el futuro han terminado absteniéndose de presentar un candidato de reemplazo. Para ahorrarse una derrota, mantenerse como única opción candidacial, y dejar las cosas prontas para un retorno. Es casi seguro que PPK hará lo mismo, y eso le puede ganar algo de simpatía entre sus opositores, desde ahora. No va a haber, pues, una herencia política propiamente dicha de PPK. Lo único que podremos ver, y que en realidad ya podemos ver desde ahora, es una suerte de anticipo de legítima herencia tecnocrático-profesional. Aunque siempre habrá quienes quieran escarbar entre esas cenizas.