A Diana Ávila Paulette, compañera imprescriptible.La reciente marcha Con mis hijos no te metas ha dado lugar al nacimiento de un movimiento social conservador de cara a la política, liderado por algunas de las grandes iglesias urbanas evangélicas. Lo nuevo de esta emergencia es su radicalismo y su esencia popular, dos dimensiones que unidas a la reivindicación de valores tradicionales ofrecen la posibilidad de refundación de la derecha peruana sobre nuevas bases sociales. Aunque el discurso sea viejo.Este movimiento proclama en pleno Siglo XXI ideas que a muchos nos parece la afirmación de que la tierra es plana, una referencia surrealista respecto de la identidad que han logrado las iglesias pentecostales y neopentecostales en los sectores populares del país, cambiando radicalmente la visión andina y popular de un segmento importante de la migración interna. Lo que ha salido a las calles hace pocos días es una nueva cultura política afirmada desde una visión completa y sin fisuras de la vida cotidiana, de la sociedad y de la familia. Si recusábamos a los soldados de las clases medias y altas que habían sido reclutados con malas artes por movimientos radicales católicos totalizantes como el Sodalicio de Vida Cristiana, lo que ahora se tiene al frente es un ejército con miles de reclutas, más compacto y decidido, donde son sus iglesias las que dirigen la vida de los fieles/soldados. Es parte de un nuevo rostro; es la otra cholificación, desde la fe.Los grupos evangélicos empezaron a hacer política partidaria de modo orgánico desde 1990 cuando varios de sus líderes y pastores se unieron a Alberto Fujimori eligiendo ese año 19 legisladores, entre diputados y senadores; y aunque en 1995 varios grupos se unieron a diversas candidaturas con escasos resultados persistieron en la búsqueda de la representación política en los procesos electorales siguientes, hasta que en las elecciones del año 2006 un partido evangélico, Restauración Nacional, liderado por Humberto Lay –pastor primero de la Alianza Cristiana y Misionera y luego de la Iglesia Bíblica Emmanuel–, obtuvo el 4,3% de los votos y dos legisladores.Este es otro momento. Los evangélicos han tenido cierto éxito en penetrar a los partidos nacionales y en las dos últimas elecciones han elegido a varios legisladores, desarrollando un activismo eficaz como freno al reconocimiento de derechos y libertades más que como tendencia proactiva. Han sabido encontrar batallas que librar, primero contra la Unión Civil, luego contra el aborto por violación y ahora contra el Currículo Nacional de Educación.La fuerza adquirida no es desdeñable y han desarrollado una capacidad de alianzas. Su presencia fue decisiva, por ejemplo, para que Keiko Fujimori desandara el año pasado su apoyo a la Unión Civil como paso previo para recibir el respaldo de la Coordinadora Cívica Cristiana Pro Valores.Será el futuro el que resuelva la interrogante sobre si este movimiento social que camina hacia la política sea autónomo de los actuales partidos de la derecha. Este desenlace se complejiza por varios factores, el primero de ellos los conflictos entre las grandes iglesias que en el pasado ya operó contra sus objetivos electorales. El segundo es su capacidad de pacto con los programas de la derecha debido a varias de sus posturas radicales irreductibles que sirven para armar pero quizás no para ganar grandes adhesiones. Lo sucedido con el pastor que llama a matar a las lesbianas es una prueba de ello.Este movimiento evangélico es por ahora el aspecto más activo de la crisis de la política. El lento tránsito al poder desde las confesiones evangélicas será un fast track so pena de muerte, favorecidos por el fin del sistema de partidos y el vacío dejado por las otras derechas que han muerto, invernan o se han liberalizado, un poscolapso que ha traído figuras inéditas como la de varios ex dirigentes del PPC arrastrados como huérfanos a la reciente marcha evangélica.http://juandelapuente.blogspot.pe/