La aparición del segundo número de esta revista ha desatado una absurda polémica, generada por un artículo escrito por Alberto Gálvez Olaechea. Un sector altamente intransigente de la prensa sostiene que una persona como Gálvez, que ha purgado sentencia por violencia política, no tiene derecho a opinión escrita a pesar de la finalización de su pena. Pero los ex presidentes de Brasil y Uruguay, Rousseff y Mujica, igualmente habían sido condenados por integrar en su momento movimientos guerrilleros. Aquí somos tan retrógrados que se les quiere prohibir el uso de la palabra. El artículo de Gálvez es parte de un dossier sobre la izquierda latinoamericana, tratando de comprender a la peruana como parte de un curso general. Ese conjunto de artículos analiza los componentes de la crisis de los progresismos latinoamericanos. Por su interés le dedicamos las siguientes líneas.Los progresismos latinoamericanos comenzaron hacia el fin del milenio y actualmente se hallan de salida. En algún momento dominaron completamente la escena latinoamericana. Basta recordar que Kirchner gobernaba Argentina, Chávez lo hacía en Venezuela, Lula en Brasil, mientras que Correa, Evo, Mujica y Bachelet completaban el mapa de Sudamérica izquierdista, proceso al cual solo faltaron Colombia y el Perú. Durante su apogeo, estos gobiernos modificaron dramáticamente la distribución de la renta de sus respectivos países. Encontraron el presupuesto público en expansión gracias al ciclo de superprecios de las materias primas y la abundancia les permitió montar extensos programas de ayuda social. En esa orientación estuvo su grandeza y su límite.En efecto, los progresismos mejoraron las condiciones de vida y sobre todo las oportunidades de los más pobres. Estos gobiernos vivieron de la renta sin alterar el modelo de exportación de materias primas. En Venezuela las cosas fueron más lejos, pero en Brasil y Argentina, los grupos de poder económico lograron mantener sus posiciones y desde ahí han logrado recuperar el gobierno para ensayar una restauración completa. Ahora mismo están retornando a un agresivo neoliberalismo estilo años noventa. Los progresismos cambiaron la distribución, pero no la esencia y acabaron en brazos de sus enemigos que seguían intactos.Asimismo, se habían quedado demasiado tiempo en el poder y en vez de salir para volver estaban engolosinados con el esquema de redistribución de la renta bajo forma de asistencia social. Ello derivó en clientelismo e inevitablemente dio paso a la corrupción, insertándose plenamente en la cultura política tradicional. Por ello, están terminando sin pena ni gloria y salvo Chile y Uruguay hay poco espacio para la izquierda en esos países. En ese contexto, paradójicamente Colombia y el Perú tienen mejores oportunidades. Sus izquierdas no están desacreditadas porque no participaron en los gobiernos progresistas. Se han salvado por default. En el caso específico de la izquierda peruana, ha obtenido un importante éxito electoral que la devuelve como protagonista de primera línea en la política nacional, donde había estado ausente los anteriores 25 años. El 19% del FA y el 4% de Goyo se deben a la conjunción de las estrellas, empezando por una excelente candidata y un preso que supo jugársela en la única oportunidad que tuvo. Pero no corresponden a un trabajo orgánico que haya ganado hegemonía política y cultural. En el movimiento popular reina el fujimorismo y el FA es fuerte sobre todo en las clases medias y en el campesinado de la sierra sur. Por su parte, el MAS de Goyo actualmente es un significativo movimiento regional, pero sin alcance nacional. Desde ahí, ¿hay alguna posibilidad de ganar el 2021? Tendría que superar un contexto adverso, organizando su amplio respaldo electoral bajo liderazgo de las nuevas generaciones.