Si el gobierno no aprende a manejarla, la impondrá otro.,Si una expresión sólida de liderazgo en el país por parte del gobierno es su capacidad para establecer la agenda nacional, la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski se proyecta como débil pues, hasta ahora, no ha podido fijarla, aunque esto tampoco lo está haciendo la oposición. La agenda nacional puede definirse de muchas maneras, pero el significado clásico en el ámbito de las políticas públicas alude a la lista de asuntos que concentran la atención de los sectores más relevantes del país y que se discuten con prioridad sobre el resto de temas. Entre los sectores más relevantes están, ciertamente, el gobierno pero, también, la oposición, la inversión privada, los medios de comunicación, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, la tecnocracia, y hasta la ciudadanía a través de distintas maneras, desde las encuestas de opinión pública hasta las movilizaciones sociales. Cada uno de estos sectores, a través de su particular capacidad y su respectiva forma de influir sobre el curso de los eventos en la sociedad, es decir, de ejercer poder, contribuye a definir esa agenda nacional sobre la que se debate y se decide en el país. La introducción de los temas en la agenda nacional no es un asunto sencillo, pues forma parte de una pugna entre los distintos sectores con poder, con el fin de que sus asuntos de interés sean aprobados antes que otros. Asimismo, la cantidad de temas que puede entrar en la agenda nacional es limitada, porque no se puede discutir de todo ni aprobar todo al mismo tiempo. En este contexto, el actor político con mejor capacidad de manejar y controlar la agenda nacional es el gobierno, por la iniciativa que tiene y la cantidad de herramientas a su alcance para hacerlo. Esto es cierto, incluso en el caso de un gobierno relativamente débil como el de PPK, frente a una mayoría aplastante del fujimorismo en el Congreso. No obstante, una deficiencia del gobierno de Kuczynski es que no está siendo capaz de colocar sus temas en la agenda nacional, especialmente aquellos que necesitan, para su aprobación, ser debatidos con amplitud. Eso ha empezado a cambiar con la necesidad que el gobierno tuvo de plantear una política anticorrupción, aunque ello fue una reacción a una crisis antes que una iniciativa propia. Si el gobierno no se apura en mejorar su capacidad de controlar y administrar la agenda nacional, lo cual demanda una alta dosis de habilidad política, lo más probable es que eso lo termine haciendo otro como la oposición, los medios o cualquier otro actor social con poder.