La izquierda terminó de perfilar su participación en el 2016: tres fórmulas presidenciales reconocibles como de izquierda, y una pequeña constelación de figuras izquierdistas en diversas fórmulas de derecha. En cierto modo los pronósticos más sombríos sobre división de fuerzas se han vuelto a cumplir. Podemos esperar pocos izquierdistas en el próximo Congreso. El principal factor en este resultado ha sido la poca disponibilidad de inscripciones en el JNE propiamente de izquierda. Las inscripciones fueron usadas como elementos de negociación, y más que unificarse cabalmente, las principales agrupaciones de izquierda, e importantes figuras del sector, se fueron desanimando por el camino. Así, la candidatura más perfilada y mediática de la izquierda, con Verónika Mendoza y el Frente Amplio, está ubicada bastante más a la izquierda que todos sus socios electorales. Difícil imaginar a Patria Roja o al PC-Unidad siguiendo con real entusiasmo lo que suelen llamar la ultra. Lo cual va a restar mucho poder de movilización a la candidata. Los movimientos que llevaron a la actual topografía electoral del sector han sido uno de esos casos de real politik mal practicada. Si el propósito es establecer una buena presencia de izquierda en el Congreso (no puede haber otro propósito), entonces Susana Villarán es lo que necesitaban todas esas agrupaciones. Sus cifras nunca han sido espectaculares, pero siempre por encima del 2%. Villarán es sin duda el rostro de izquierda más conocido en el país, con por lo menos un pie metido en las grandes ligas. El que haya sucumbido a la tentación oficialista es indicio claro de que podría haber escuchado ofertas. Pero la izquierda se dedicó a barajar figuras meritorias pero con poca trayectoria electoral propia. La opción por Mendoza, quien ganó su candidatura en elecciones internas en el Frente Amplio antes de las alianzas, es comprensible. Desmiente la fama gerontocrática de la izquierda, replica el auge de lideresas jóvenes en otras izquierdas del mundo, y tiene muchos méritos propios. Que por desgracia no incluyen la capacidad de comunicar. Las figuras de izquierda en listas que no lo son es una historia aparte. El fenómeno quizás empezó con el gran número de cuadros que prefirieron permanecer en las filas del gobierno a pesar del giro de Ollanta Humala. Tal vez consideraron que todavía había algo progresista que hacer allí, y algunos en efecto lo lograron a medias. Las agrupaciones de derecha que participan en este nuevo fenómeno tienen aguda conciencia de que hay un sentimiento izquierdista entre el electorado, que no va a poder ser recogido por las candidaturas de izquierda. Humala lo recogió y llegó a Palacio. En esta ocasión no parece un caudal muy grande, pero puede llegar a hacer la diferencia.