Teatro. El trágico romance es protagonizado por Leonardo Torres y Cécica Bernasconi. Por otro lado, Lucía Irurita se despide este año de las tablas luego de más de 50 años de carrera. , Primera escena: una mujer aturdida por la presencia de un nuevo hombre en su casa; está casada con su primo, con quien vive desde la niñez, desde que quedara al cuidado de su tía, interpretada por la genial Lucía Irurita. Teresa Raquin está ambienta en el siglo XIX, con ciertas represiones de la época, pero con los mismos miedos y deseos propios de cualquiera. Es eso lo que la hace tan actual para el director Carlos Mesta. “Uno de ellos quiere vivir bien y ella quiere su libertad. Por ahí leí que si conociéramos nuestro inconsciente, dejaríamos de llamarlo destino”, sostiene. Cécica Bernasconi interpreta a Teresa, una mujer que se ha pasado la vida siguiendo instrucciones. A esa especie de cárcel –pero solvente– vuelve Lorenzo (Leonardo Torres), un amigo de la familia que a lo largo de los años ha tenido que conformarse con pintar cuadros solo por hobby y trabajar en lo que pueda. “Ella es una mujer con mucha represión, ha sido criada por la tía como una sirvienta y ha tenido que ser, también, la sirvienta del primo con quien la casaron a la fuerza. Y bueno, cuando ve a este hombre se le mueve el mundo... por la pasión, el deseo”, comenta, quien, como productora y actriz, dice que la obra la atrapó. “Es que ese amor tan grande puede ser ese vacío tan grande”. La historia sobre un romance prohibido se transforma en un triángulo de amor y de crimen. Por eso, al autor Émile Zola le cayeron duras críticas por remecer la convencional época. Por otro lado, Teresa Raquin reúne en escena una vez más a madre e hija. “Es un placer trabajar con mi mamá”, dice Cécica sobre Lucía Irurita, quien aparece en escena como una amorosa madre que a la vez puede ser el más cruel guardián para proteger a su hijo. “Es gratificante, admirable ver a esa mujer luchadora... ver que a su edad siga en las tablas, eso le aplaudo a ella y se lo aplaudo de pie a toda su generación. Es admirable y creo que no lo consideramos ni los tratamos como se merecen”, comenta Cécica, crítica con los medios que prefieren “vender con un bikini” antes que entrevistar a sus primeros actores. El adiós de Lucía Irurita Sobre los cuatro años que va el Teatro de Lucía, tanto Irurita como su hija coinciden en que están agotadas. Que producir y actuar es demasiado vertiginoso. Para la primera actriz, este año será el último en las tablas. “Este es mi último año actuando. Al producir una obra, pasan mil cosas afuera que no te imaginas. Entonces, yo prefiero estar afuera, ya he hecho lo mío más de 50 años”. Irurita adelanta que no se imagina una despedida con tanta parafernalia. Comenta que si fuera por ella, no le diría a muchos. “Yo hago teatro porque me gusta, no para que me digan primera actriz o la dama del teatro. No espero nada, soy una persona de bajo perfil. No soy celosa ni envidiosa, siempre he ido a los mío. En mi época, todos éramos amigos”. Cuando escucha hablar de un supuesto boom teatral, la actriz sonríe y bromea. “Toda mi plata la invertí en este teatro, no sé por qué (risas). Vi que mis hijas querían trabajar y no había teatros, estaban ocupados por los grupos mismos de cada teatro. Ahora pasa los mismo aquí y me da pena, se tiene que programar por cada año. Los actores están pedidos por cada teatro”. Pero ha valido la pena dedicarse al teatro. ¡Vale la pena! Para mí sí, ha sido mi vida. A ellas (sus hijas) nunca les dije qué querían hacer, ellas escogieron ser actrices. Nunca les dije no, hubiera querido (sonríe) porque el teatro es duro. ¿Desde siempre? Mira, si hubiera sido presidente (Mario) Vargas Llosa, la cultura sería otra cosa porque él es culto. Pero la mayoría de presidentes que suben nunca se han preocupado por ir al teatro. La clave Funciones. De jueves a lunes (domingos a las 7 p.m.), en el Teatro de Lucía (Bellavista 512, Miraflores). Con Carlos Victoria, José Miguel Arbulú y María Pasamar.