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¿Por qué todos hablan de Blonde?

La película de Netflix que resucita a Marilyn Monroe ha suscitado una polémica. Los que la critican dicen que explota el cuerpo y las desgracias de la diva de Hollywood, mientras otros sostienen que es feminista.

Una escena de Blonde, de Netflix. Foto: Netflix.
Una escena de Blonde, de Netflix. Foto: Netflix.

Se la ve espectacular. Los rulos rubio platinados perfectos, las pestañas postizas larguísimas, el travieso lunar en la mejilla y el icónico vestido blanco levantándose por el viento. En la primera escena de Blonde, la película de Andrew Dominik producida por Netflix, la actriz cubana Ana de Armas resucita a Marilyn Monroe para toda una generación, y lo hace con tal solvencia -su gracia, sus mohines, su sonrisa- que todos nos quedamos hechizados pensando en lo idéntica que es a la diva de Hollywood, y terminamos creyendo que todo lo que viene después será la recreación de hechos reales de su vida.

Desengañémonos, Blonde no es un documental, es pura ficción y está basada en la novela homónima que la estadounidense Joyce Carol Oates escribió en el 2000 y que es un retrato de la actriz, que no pretende ser una biografía, y hace énfasis en los momentos más críticos de su vida y que nunca fueron aclarados como que tuvo una madre con problemas mentales, que abortó varias veces, que fue golpeada por sus parejas, que fue abusada grotescamente por el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.

Todo esto ha sido llevado a la pantalla grande por Dominik, lo que no ha gustado a muchos críticos, que consideran que hacer inmersión en el lado oscuro de la vida de la llamada “bomba sexy” del siglo XX, solo explota sus desgracias y degrada su imagen. “Entrenamiento necrofílico para explotarla”, escribió la crítica de The New York Times, Manohla Dargis. “Al director le interesa más examinar su cuerpo, que meterse en su mente”.

Marilyn en la icónica escena de La comezón del séptimo año (1955). Foto: difusión.

Marilyn en la icónica escena de La comezón del séptimo año (1955). Foto: difusión.

Quienes afirman que la película muestra a Norma Jeane Mortenson (el nombre real de Marilyn) como un sexualizado pedazo de carne se amparan en el abuso de desnudos (De Armas aparece mostrando los pechos) y escenas de sexo, como aquel trío con los hermanos Chaplin, que, por cierto, los investigadores de la vida de Monroe aclararon que no sucedió.

Por otro lado, algunos sostienen que la película se regodea con las desgracias de la icónica actriz, quien, en la versión de Dominik, entra en un espiral de degradación que incluye ser violada por un Mr. Z, que aparentemente fue el director del estudio 20th Century Fox; ser víctima de las golpizas de su esposo, el beisbolista Joe DiMaggio (lo cual nunca se corroboró); ser obligada por Kennedy a hacerle una felación mientras hablaba por teléfono.

“La película alimenta un mercado más grande, que no tiene nada que ver con el feminismo: el mercado del dolor femenino”, escribió Martha Gill de The Guardian en respuesta a la defensa que hizo Oates que calificó al film de “sorprendente, brillante... una interpretación totalmente feminista”, y que “tiene una perspectiva masculina casi idéntica a los objetivos del #MeToo: contar historias de mujeres censuradas por mucho tiempo”. Para el columnista de Público, David Torres: “Han cargado tintas sobre el horror y los abusos que sufrió Marilyn sin tener en cuenta a la muchacha que decidió transformarse por sí misma en un mito del séptimo arte”. ¿Por qué no se puso el foco en su ingenio, su chispa para el humor, o en que fundó su propia productora?

Para Ana de Armas -aplaudida por catorce minutos en el Festival de Cine de Venecia 2022- la real explotación de la imagen de Marilyn es “continuar romantizando la vida de una persona que sufrió tanto”. Sostiene que se tenía que contar el otro lado de la historia para empatizar con la humanidad de la diva cuya muerte aún es un misterio: “El error es no contarlo y seguir perpetuando ese ideal de glamour y fama como si fuese algo que tuviésemos que perseguir”. Ayer y hoy, la despampanante rubia, creación del genio actoral de Norma Jeane, la que se sometió a una industria de estructuras patriarcales, sigue levantando polémicas y está más viva que nunca.

La actriz Ana de Armas junto al director Andrew Dominik. Foto: AFP.

La actriz Ana de Armas junto al director Andrew Dominik. Foto: AFP.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.