Domingo

Chuschi, guardianes del agua

Comuneros de Chuschi, Ayacucho, donde Sendero Luminoso realizó su primera acción en 1980, hoy conservan bofedales y lagunas a más de 4 mil metros de altura, con el apoyo del Centro de Competencia del Agua (CCA). Su labor es clave: gran porcentaje del agua que cuidan abastece a la ciudad de Huamanga.

27-08-2019 JORGE CERDAN/ DIARIO LA REPUBLICA
PROYECTO CHUSCHI
COMUNIDAD 
COMUNEROS
RURAL
27-08-2019 JORGE CERDAN/ DIARIO LA REPUBLICA PROYECTO CHUSCHI COMUNIDAD COMUNEROS RURAL

Sobre los 4 mil metros de altura, el viento sopla helado y al caminar las distancias parecen más largas. Estamos en la microcuenca del Chicllarazu, perteneciente a la comunidad campesina de Chuschi, en la provincia de Cangallo, Ayacucho. Es zona de montañas, de ganadería alpaquera, pero sobre todo de bofedales y lagunas.

Por toda el agua que existe aquí, este es un ecosistema muy valioso. Amancio Tucto Carhuapoma, presidente de la comunidad, explica que esta zona es la principal proveedora del recurso hídrico para Ayacucho. “Conocemos del cambio climático y como familias y como comunidad tenemos la responsabilidad de mantenerlo”, dice.

En estas alturas casi no hay vegetación. Solo el ichu y los bofedales se ven en las explanadas que abarcan hasta el horizonte o hasta la falda de las montañas. El cambio climático también se nota en esas cumbres hoy desprovistas de nieve. “Hace años en épocas de frío estos cerros se ponían blancos, pero ahora ya no tanto”, dice otro comunero de Chuschi. Por eso, los bofedales por donde caminamos -una suerte de piso esponjoso con pequeñas lagunas y ojos de agua- deben ser mantenidos.

Mientras caminamos, Amancio señala un punto lejano donde se puede ver una zona de pastos amarillentos y otra donde hay pasto más verde. “Estamos recuperando los pastos. Así cuando las lluvias empiecen a caer, el agua no corre sino que se filtra hacia abajo y se retiene”, comenta. “Hemos hecho ese trabajo, contribuimos al medio ambiente para las siguientes generaciones”, agrega. En estos lugares de clima agreste, donde la temperatura puede bajar hasta los 10 grados bajo cero, o subir en el día hasta los 30 grados, la gente vive distante unos de otros. En estos lugares que ahora recorremos viven unas 70 personas, dedicada a la crianza de alpacas u ovinos. Desde enero del 2019, un equipo de investigadores del programa Agua-Andes del Centro de Competencias del Agua (CCA) está desarrollando estudios en la zona junto a los pobladores de la comunidad. Los campesinos han conservado estos lugares, aprovechando el agua para sus familias y para el pastoreo de sus animales, sin causar daño o impacto en ellos.

“El objetivo es unir la evidencia científica con el conocimiento que maneja la comunidad sobre sus ecosistemas y pastizales para poder saber cuánta agua retienen estos ecosistemas que actúan como una esponja”, explica Bram Willens, director del CCA y jefe del proyecto.

Esta zona es la mayor tributaria de agua del Sistema Hidráulico Cachi, que recoge el agua altoandina en las bocatomas de Chicllarazu, Apacheta, y Choccoro y las lleva hasta la represa de Cuchoquesera. De ahí se reparte el agua para la ciudad de Huamanga -200 mil personas- y para más de 7 mil hectáreas de cultivo en otras regiones de Ayacucho. El 50% de toda esa agua, procede de aquí, donde estamos caminando. Los comuneros de Chuschi son los guardianes del agua que toman.

Mirar al futuro

En Chuschi, el 17 de mayo de 1980, un día antes de las elecciones que marcaban el retorno a la democracia, terroristas de Sendero Luminoso robaron las anforas de votación y los padrones electorales y los quemaron. Fue la acción con la que el grupo maoista empezó su llamada “guerra popular” y que terminó con la captura de su cabecilla doce años después.

Hoy Chuschi, el distrito, ha dejado todo eso atrás. Ya no tienen que defenderse de los subversivos, ahora luchan contra el cambio climático. Amancio, el presidente de la comunidad campesina, comenta: “En los años 80, sufrimos, pero eso ya pasó. Hoy todos trabajamos y aprovechamos los recursos que tenemos”. El 70% de la población de toda la comunidad -que abarca muchísimo más territorio de la zona que podemos ver- se dedica a la ganadería", comenta. Otros poblados les compran carne y lana.

Un documento del CCA señala que el objetivo del proyecto es entender los vínculos entre los bofedales, los servicios que brindan, y su impacto en el bienestar humano. Con la información obtenida se podrán encontrar “soluciones prácticas para la sostenibilidad de esos ecosistemas en los Andes semiáridos”.

También apuntan a lograr tres objetivos específicos: 1) Documentar la funcionalidad hidrológica de los bofedales y su contribución a la disponibilidad de agua a lo largo de la cuenca del río Cachi. 2) Establecer vínculos entre la calidad del agua y el bienestar del ecosistema a través de índices basados en la composición de varios indicadores ecológicos. 3) Establecer los factores críticos a escala humana y comunitaria que impacten en la calidad del agua y los ecosistemas que proveen a la población.

Un grupo multidisciplinario de profesionales realiza estudios de diverso tipo en los bofedales, las corrientes de agua y también con la población. Durante nuestro recorrido, dos biólogas hicieron una explicación sobre los organismos que se pueden encontrar en el agua de la zona e incluso les mostraron muestras de lo recogido en una visita previa.

Mas tarde extienden un mapa con ocho puntos donde han hecho el monitoreo y comentan los resultados: en el punto donde estamos el agua es buena o regular, en otros lugares es buena y solo en uno de los lugares de muestreo se ve un punto rojo que indica que el agua no es apta para su uso. El sitio coincide con la presencia de una de las viviendas. Ahora tendrán que ver si la presencia humana o el pastoreo incide en ese resultado o se debe a otras causas.

“La comunidad hace esfuerzos para tener un balance entre el uso de sus pastizales, para no degradar esos ecosistemas, para que sigan teniendo esa capacidad de captar agua y de ahí ir soltándola poco a poco. Si no hubieran estos ecosistemas y esto fuera puna pelada, lo que llueve inmediatamente se iría al río. Y tendríamos agua en época de lluvia y no tendríamos agua en épocas secas”, dice Bram Willems, del CCA.

Luego explica que esta es una experiencia única, una de las pocas ocasiones en que los académicos están trabajando con la comunidad en hacer investigación. “Nuestro trabajo desde la academia es justamente juntar esos dos conocimientos. La comunidad sabe cómo manejar sus tierras, conoce la región, sabe el nombre de las plantas. Y nosotros hacemos investigación con todo eso y lo traducimos al lenguaje formal, para que sean escuchados”, comenta.

Toda la información recopilada el 2019 servirá para diseñar proyectos de recuperación y conservación de los ecosistemas de bofedales y pastizales en la microcuenca del Chicllarazu dentro de la ‘Ley de servicios ecosistémicos’, que establece recursos para estas zonas. En las alturas de Chuschi, los comuneros conservan el agua, que es vida. El lugar es agreste y duro, pero clave en la lucha contra el cambio climático.