Sociedad

Flora Tristán: el viaje al Perú y el matrimonio que la volvieron una revolucionaria

Biógrafa. La República entrevistó desde Francia a Brigitte Krulic, quien escribió sobre la vida de Flora Tristán, escritora del siglo XIX, que teoriza sobre igualdad social y el feminismo.

Brigitte Krulic es una de las invitadas al Hay Festival que comienza el 03 de noviembre. Foto: Composición LR/La República
Brigitte Krulic es una de las invitadas al Hay Festival que comienza el 03 de noviembre. Foto: Composición LR/La República

En Peregrinaciones de una paria lo admite sin rodeos. Tenía 18 años cuando su madre la obligó a casarse con un hombre a quien no amaba. Él, André Chazal, era violento, quiso asesinarla. Por eso huye de la casa. “A esa unión debo todos mis males”, confiesa Flora Tristán.

No fue el único trauma. Su padre, el militar peruano Mariano Tristán, murió cuando ella tenía cuatro años. La familia quedó en la indefensión económica. Eso empuja a su matrimonio con Chazal. Separada de él, Flora se cambia el apellido, según la ley francesa debía llevar el de su esposo.

Rebautizada como Flora Tristán, emprende un viaje de 133 días al Perú. Una aventura para la única tripulante mujer del barco. El objetivo, reclamar la herencia paterna. Ingresa al continente americano por Valparaíso-Chile, llega a Mollendo y finalmente a Arequipa, donde radican sus tíos pertenecientes a la aristocracia. Por supuesto que los Tristán, le sueltan algunas monedas.

Era la sobrina bastarda. No reconocen el matrimonio de Mariano y Anne Laisney. La posición de los Tristán provoca en ella resentimiento y una sensación de injusticia. “Ella busca reconocimiento jurídico, formal, ser parte de una familia”, dice la escritora francesa Brigitte Krulic que publicó una biografía sobre Flora Tristán. Krulic participa en el Hay Festival, compartirá una mesa con la actriz arequipeña Doris Guillén para hablar de esta feminista revolucionaria francesa. “Ella denuncia la injusticia de Pío. Dice: ese hombre que dice ser cristiano, pero no reconoce a su sobrina. No es un verdadero cristiano”, añade.

Flora fue acogida en la casa de los Tristán, pero su instinto de curiosidad la lanza a la calle: conoce gente, la vida política del país, su sociedad desigual e inculta. Durante su estancia, estalla una guerra civil en Perú entre Orbegozo y Gamarra. El conflicto tuvo repercusiones de carácter continental, la Confederación Perú Boliviana, en donde también intervienen Chile y Bolivia. “Ella se da tiempo para hablar con los generales”, dice la profesora Krulic.

Igualdad de género

En el siglo XIX, añade la biógrafa, Flora fue pionera en la idea que la clase obrera era una unidad independientemente si era hombre o mujer o de otro origen geográfico. “No hay una emancipación de los obreros si no hay emancipación de las obreras. Los hombres recién son iguales, libres y fraternos, si las mujeres también lo son”, explica la intelectual francesa. También Tristán desarrolla la noción del consentimiento amoroso, el lugar de las mujeres en el espacio público. Algo que en estos tiempos se apropió la corriente Me too.

En ella hay una gran decepción por no haber sido reconocida como hija legítima. ¿Si hubiese cobrado la herencia estaríamos hablando de esta Flora Tristán?

Es una pregunta muy complicada. Pese a todas sus peripecias mostró una fuerza de carácter y una independencia muy fuerte desde muy joven. Incluso, si ella hubiera sido heredera de la fortuna de los Tristán, yo no hubiera visto que ella se quede tranquila. Quizás hubiera actuado de manera diferente, pero de todas maneras hubiera actuado, escrito y pensado.

En Peregrinaciones de una paria, refleja al Perú como una sociedad muy conservadora. Hace críticas muy ácidas.

Flora Tristán dice las cosas de manera muy directa sin tomar precauciones. Reivindica su libertad de palabra. A veces no es muy diplomática, brusca con sus interlocutores. De los obreros franceses, ella dice que son horribles cuando uno los ve de cerca. Una cita textual dice: “se espera que las mujeres digan cosas como agua de rosas”. Ella critica (de Arequipa) la comida, la arquitectura barroca, el conservadurismo de la sociedad, el fenómeno de los caudillos (…) Y eso forma parte de su personaje. Hizo de lo que denomina la publicidad, es decir, hacer público (…) Ella dice que, cuando vemos una injusticia, hay que decirlo y escribirlo. No es suficiente constatarlo o lamentarlo. Por eso su libro en el Perú fue quemado en la plaza. Ataca a mucha gente y con nombre propio. Por eso su tío Pío le suspende la pensión. En Francia, también tuvimos un movimiento que se llamaba Denuncia a tu puerco. Es lo mismo.

- ¿Y cuál es la crítica a los peruanos que usted rescata?

Dice que ellos quieren estar en la República, pero no se comportan como republicanos, el pueblo no es educado. Dice que hay que sacudirlos para que despierten y que se conviertan en una República.

- ¿Quiénes fueron aquellos que inspiraron a Flora Tristán en estas ideas?, ¿Qué leía Flora Tristán para asumir estas conductas en defensa del proletariado y de las mujeres?

Flora Tristán es autodidacta. Ella se forjó una cultura, yo diría, a la fuerza, sin beneficiarse de una gobernación, de elecciones. Eso la diferencia de una mujer como George Sand (1804-1876, escritora aristócrata). En Francia se les compara mucho porque tienen la misma edad. Ambas forman parte de estas mujeres excepcionales pioneras que citamos como modelo de una emancipación femenina que se reivindica en esa época. Lee mucho la literatura de su época y del siglo XVIII, domina mucho los códigos de la literatura de viajes. Domina el vocabulario de fin del siglo XVIII, de Rousseau, de Bernandin de Saint-Pierre.

Supo integrar la herencia literaria de su época. Cuando ella regresa al Perú en 1835, trata de contactarse con todos los medios socialistas, obreros, todo lo que podríamos llamar la izquierda radical, la izquierda republicana que eran perseguidos. La Policía los reprimía fuertemente, el derecho al sindicato no existía, no existían los partidos políticos. Era un contexto realmente muy represivo. Pero, Flora trata de establecer esos contactos, sobre todo con Charles Fourier, que es el maestro venerado de los teóricos del socialismo. Ya se está empezando a usar el término en ese entonces. Ella les dice francamente, soy una mujer, no he estudiado, pero quiero ser útil. Dice: me podrían dar algo que hacer para que yo pueda defender la causa común, que es la causa de los obreros.

Ella establece también relaciones con periodistas que escriben para defender la causa de las mujeres y los obreros. Pero, sobre todo, lee a los teóricos del socialismo, Henri de Saint- Simon, Fourier y el inglés Robert Owen. Tiene un conjunto de herramientas intelectuales, pero lo que nos marca de ella, es lo que nos dice. Yo no soy saintsimoniana, owenista ni fourierista, porque tomo de unos y de otros las herramientas que necesito. Yo quiero seguir mi propia voz. Este es un tema que ella va a desarrollar en toda su vida, la idea de que ella existe por sí misma, tanto como mujer, como persona, pero también como intelectual, pensadora de la emancipación de la clase obrera.

El último punto, lo que podríamos llamar su feminismo, tenía muy pocas herramientas porque no existen (en su época). Ella conoce los relatos de Mary Wollstonecraft (1759-1797) que a finales del siglo XVIII reivindicó la igualdad de derechos de hombres y mujeres, el derecho a la educación para las mujeres, a tener una capacitación profesional, a ejercer una profesión para ser independientes financieramente. Pero no conoció o no se refiere a los textos de Olimpia de Gouges (1748-1793), quien escribió una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que es una especie de calco de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un texto bello. Cito uno de sus últimos artículos: la mujer, como tiene el derecho de subir a la horca, también tiene el derecho de estar en tribuna. Quiere decir, hacer política, participar en la vida política, ser diputada, ministra. Es la participación de la mujer como ciudadana. En Francia, este texto fue ocultado durante muchos años. Olimpia de Gouges fue guillotinada. Cuando dijo esa frase, fue tristemente premonitorio.