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Sociedad

El Perú atraviesa una de sus peores crisis de salud mental

La otra pandemia. Un año después de la llegada de la COVID-19 al país, se reportaron más de 700 mil casos de trastornos mentales, como ansiedad y depresión. Se han multiplicado los problemas de sueño y también la demanda de ansiolíticos.

Una opción. Los centros comunitarios ofrecen atención. Foto: difusión
Una opción. Los centros comunitarios ofrecen atención. Foto: difusión

- Me siento más ansiosa. El aislamiento me pone triste.

- Duermo a las 4:00 a.m. por las preocupaciones.

- Demasiado estrés. Gemelas de 3 años, trabajo, hogar...

- Entre llevar un tratamiento por la depresión, la ansiedad crónica y la muerte de mi papá el 2020, esto es muy difícil.

- Se ha incrementado mi ansiedad. Paso más tiempo sola y a veces soy dura conmigo misma.

Hace una semana, la asociación De-mentes, dedicada a combatir el estigma hacia la salud mental, recibió estos mensajes apenas unas horas después de lanzar una pregunta en sus redes sociales: ¿Cómo te ha afectado la pandemia y la cuarentena?

Cumplido un año de encierro, del miedo al contagio, las noches de insomnio, la pérdida de empleos, las súplicas por camas UCI, la muerte de seres queridos, los peruanos hoy atraviesan una crisis de salud mental que, incluso, podría compararse a la de las dos décadas del terrorismo, cuyo número de víctimas ha sido superado por el de la pandemia.

“Esta es la peor crisis que he visto. También hubo una en la época del terrorismo. Los primeros 15 años, Lima lo sintió como un problema distante, pero los últimos dos o tres años, todo el Perú estuvo angustiado. En esa época, la población con problemas de salud mental se concentró, sobre todo, en Ayacucho y en otras zonas más golpeadas, ahora está en todo el país. Es peor porque es generalizada e intensa”, comenta el psiquiatra de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa) Carlos Bromley.

Mientras que la atención se enfoca en la segunda ola de la pandemia, otra aún invisible avanza con fuerza: la de la salud mental. “Según estudios internacionales, en las crisis humanitarias, una de las olas que se incrementa después y durante las pandemias son los malestares emocionales que llegan a volverse crónicos, afectan la calidad de vida y se convierten en un trastorno, un problema de salud mental. Y sin duda ya lo estamos pasando”, explica Vanessa Herrera, psiquiatra del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi.

Esto no es un tema individual. Se ve en las crisis de parejas, familiares y comunitarias. Los peruanos llegaron al año de pandemia con una fatiga crónica: están agotados. Se ha agravado la situación de quienes padecían trastornos y ha provocado nuevos casos en medio del encierro. Ahora, y más aún cuando la inestabilidad política perturba la salud mental colectiva, urge que las autoridades y el próximo Gobierno atiendan un rubro que solo recibe el 2.5% del presupuesto de Salud, cuando reglamentos nacionales plantean al menos el 10%.

Cifras altas y subregistro

El 2020, y solo en los establecimientos del Minsa, se atendieron 961 mil 611 casos de salud mental, más de la mitad por trastornos de ansiedad (322 mil 339) y depresión (169 mil 485). Otras fueron por adicción, psicosis, trastornos de personalidad y comportamiento en adultos y menores. El 8% fue virtual.

Si solo se toma en cuenta el periodo de pandemia, los casos suman 721.243 hasta enero.

Entre las cifras del 2020 y 2019 existe un subregistro y el incremento de casos no resulta tan evidente porque, precisamente, la emergencia ha restringido los servicios de salud, incluido, el mental. “Pese a eso, las cifras son muy altas. Hay gente que no acudió a atenderse por la pandemia, por miedo a salir y las restricciones en la cuarentena”, dice Bromley.

También hay quienes no se acercaron por el temor al estigma o porque aún no saben que necesitan -y que sí pueden- encontrar ayuda. La ansiedad no es un simple estado de nerviosismo, sino un trastorno acompañado, entre otros síntomas, por agitación, aumento en las palpitaciones, dolores de cabeza o estomacales, y poca estabilidad emocional: uno puede pasar de la tristeza al enojo o miedo con facilidad. La depresión, en tanto, se presenta con una tristeza excesiva, pensamientos pesimistas, baja autoestima o disminución de actividad.

Y esto es más común de lo que uno se imagina: tres de cada diez peruanos han padecido un trastorno alguna vez en su vida. La ansiedad y la depresión son los más comunes: la primera registra 33 mil casos y la segunda 17 mil solo en enero de este año.

El sueño y la pandemia

Un síntoma de estos trastornos que se ha incrementado a una magnitud antes no vista y convertido en uno de los principales de esta pandemia son los problemas de sueño. “Si uno no duerme 7 u 8 horas por la noche durante, al menos, una semana, es indicio de un posible trastorno. A veces uno no sabe por qué no tiene sueño. La preocupación va por dentro”, dice Bromley, quien agrega que la mayoría de sus pacientes ha presentado insomnio en este periodo de emergencia.

Hay quienes pierden la calidad de sueño o se levantan sobreexaltados, con sueños donde experimentan la búsqueda de oxígeno o la ayuda a su familia. Están hiperalertas por el estrés postraumático, dice Herrera. “Eso genera la necesidad de redoblar esfuerzos en enseñar pautas de autocuidado, ocio saludable y más actividad física”.

Y estos problemas han generado el incremento en el consumo de medicamentos para dormir (ansiolíticos e hipnóticos). Esto es confirmado por la Asociación Peruana de Farmacias, cuya presidenta, Ana María Jiménez, refirió que reportan un crecimiento en la demanda de ansiolíticos desde el inicio de la cuarentena en la mayoría de sus 15.000 puntos de venta. “Si de 10, antes se consumía 4, ahora estamos en 8”. Estos productos solo se usan bajo receta médica.

Incrementa riesgo suicida

Más del 55% de los casos atendidos el año pasado corresponden a mujeres, las principales víctimas de violencia. En tanto, los adolescentes y los adultos mayores se han convertido en las poblaciones más afectadas por este contexto de menor libertad. Lo que también preocupa es el incremento del riesgo suicida en adolescentes y jóvenes. El 2019, 75 se quitaron la vida y el 2020 la cifra se elevó a 112.

Para prevenir estos casos y otros menos severos, el Perú cuenta con 202 centros de salud mental comunitarios, 22 unidades de hospitalización en establecimientos de salud generales y 41 hogares protegidos para personas con trastorno mental en abandono social.

En los tres hospitales especializados en salud mental (Larco Herrera, Hermilio Valdizán y Honorio Delgado) se suspendió la atención presencial al iniciar la pandemia, a excepción de las emergencias, y se migró a la virtualidad. Luego se volvió a habilitar, pero en menor medida, la presencialidad. Sin embargo, algunos pacientes piden tomar en cuenta que las citas tardan hasta 2 meses y que para las atenciones virtuales les exigen acudir al Banco de la Nación para realizar el pago, lo cual consideran que también los expone al contagio. Hace un mes se promulgó una ley que declara de necesidad e interés nacional priorizar como política de Estado la salud mental. Queda pendiente que la norma se convierta en realidad. La salud mental golpea también la física. Es otra pandemia.

¿Dónde puedo encontrar ayuda gratuita?

Como parte del movimiento Perú Te Quiero, la asociación De-Mentes tiene un directorio de primeros auxilios psicológicos (perutequiero.pe/empoderado). Entre las líneas de ayuda están la del Minsa (113 opción 5), Lima te escucha (WhatsApp 942652276), la línea 100. También Dando+, Nic Maish brindan atención gratuita.

Busque ayuda si está ansioso, triste, desganado, fuma más que antes, tiene problemas para dormir, piensa en la muerte, es víctima de violencia, etc.

Se recomienda cuidar el sueño, desconectarse de la sobreinformación (seleccionar 20 minutos al día para informarse), no comer tarde, evitar el exceso de cafeína, meditar.

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Periodista por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Reportera de la sección Sociedad y trabajó en el suplemento Domingo de La República. Integrante de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes. Fue becaria de Cosecha Roja y del Laboratorio de Periodismo Situado. Colaboradora de la revista Anfibia, de Argentina. Coautora de los libros de crónicas Rosario, ciudad Anfibia y Generación B: Jóvenes de la Esperanza. Participó en una pasantía en la Universidad Católica de Milán, en Italia, y en el intercambio periodístico EQDA, en Suiza. Ha ganado concursos nacionales de periodismo. Busca explorar y aprender más sobre educación, salud, violencias, innovación, comunidades originarias y derechos humanos.