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Sociedad

Ficciones económicas, laborales y mineras (I)

“No todos los defensores del capitalismo son fundamentalistas. También los hay inteligentes y que se preocupan por problemas sociales y por el reparto equitativo de la riqueza”.

Columna
Columna

César Caro

No ha finalizado aun la pandemia producida por la COVID-19, y ya se escuchan voces que procuran impulsar el retorno casi pleno de la actividad minera, en las explotaciones en actividad como en las proyectadas (Tía María, etc.), argumentando que unas y otras son necesarias tanto por la generación de puestos de trabajo, como de ingresos para el fisco, pero eso sí: recalcando que el marco legal y empresarial no debe ser modificado en lo más mínimo con el argumento cuasi religioso o dogmático de respeto estricto a las “reglas de juego”, sin considerar para nada que dichas normas son de factura humana y por consiguiente controlables y cambiantes y que la plaga está acelerando el reemplazo del trabajo humano por la inteligencia artificial, a tal punto que en los procesos productivos el valor o el peso especifico del trabajo ha disminuido en grado sumo. (Por allí he visto una presentación que señala que al 2050 el trabajo humano será mínimo o inexistente en la explotación minera. ¡Creo que será mucho antes!)

El futuro que nos espera o desespera ya está aquí. Y en el mismo no hay lugar como señala Popper, uno de los gurús del liberalismo, para sociedades cerradas, recordando que en las abiertas hay libertad para discutir racionalmente sobre cualquier tema, en particular sobre problemas sociales. ¡En las sociedades cerradas que pueden ser tanto de izquierda como de derecha, no hay tal libertad: hay sujeción absoluta a ideología fijas o intereses económicos bien por la fuerza o por la manipulación mediática!

A tal punto que cuando alguien menciona expresiones como “proyecto nacional” o “planes de desarrollo o competitividad”, los fanáticos de la libre empresa y del librecambio no tardan en acusarlo de socialista o estatista. Les parece bien que los individuos y las empresas hagan planes, pero no que los hagan los gobiernos bien locales, regionales y/o nacionales.

Sin embargo, no todos los defensores del capitalismo son fundamentalistas. También los hay inteligentes y que se preocupan por problemas sociales y por el reparto equitativo de la riqueza. Y aquí cabe preguntar: ¿las concesiones, sobre todo las mineras, deben ser prácticamente eternas, aun cuándo se haya recuperado la inversión y se tengan tasas de rentabilidad extremas y costos hundidos? Continuar en el mismo esquema sería dar total razón al decir atribuido a Raimondi, que señala que el Perú era “un mendigo sentado en un banco de oro”, frase que muchos repiten con orgullo, sin percatarse lo ofensiva que es dado que pordioseros son aquellos que, sin tener algún tipo de limitación física no hacen nada para superar su triste situación.

Escenario que sí o sí debe cambiar, dándole mayor peso al país. No creo en un Estado empresarial, pero tampoco a rajatabla en el sector privado como máximo y único dueño de las ganancias netas que generan en las concesiones de diverso tipo. Los que hicieron la reforma del mercado se concentraron en reducir el tamaño del Estado, pero olvidaron o minimizaron el papel del mismo en sectores claves como la educación, la salud, la seguridad, la infraestructura y sobre todo en diseñar mecanismos como la renta básica universal, en un mundo en el cual el trabajo se desvanece.

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