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Sociedad

El día después de la quincena

“Lo que exige el momento es humildad para reconocer que un virus (ni siquiera es un ser vivo) puede hacer colapsar al mundo”.

El día después de la quincena
El día después de la quincena

Hay dos enfermedades que todos los pueblos del mundo están enfrentando. Una es la viral, la otra las consecuencias económicas de la primera. Para ninguna de las dos el mundo estaba preparado, pero ninguna de las dos es invencible. No es esta la falsa esperanza de quien busca animar a los cansados. Es el conocimiento de las pestes históricas que han asolado a la humanidad y saber que ésta prevaleció con peores armas que las que hoy tenemos.

Lo que exige el momento es humildad para reconocer que un virus (ni siquiera es un ser vivo) puede hacer colapsar al mundo. Respeto por la ciencia y la razón. Unidad y disciplina porque el enemigo es el contagio. Solidaridad para que, pese a los peores sacrificios económicos, al final pese más la vida que ninguna otra consideración.

Nada de esto será fácil porque hay una verdad que se abre paso en la incertidumbre: esto no acaba cuando termine la cuarentena. Salir de la fase 3 de la pandemia (contagio comunitario) a la fase 2 (distanciamiento social ante contagio importado) implica estar seguro que en un territorio controlado la enfermedad ha sido erradicada y que cualquier caso importado puede ser detectado y aislado. ¿Se logrará en 15 días más? Lo dudo. Por eso, medidas como el cierre de la educación, todo evento social, espectáculo o reunión, continuarán vigentes. Las fronteras interprovinciales y externas estarán cerradas, no solo en el Perú, por muchos meses, hasta que los sistemas de detección y cuarentena sean muy eficientes y sofisticados. Un territorio “limpio” se defenderá. China ha prohibido el ingreso de extranjeros.

Si bien hoy la medida de aislamiento es la única posible para el Perú (la “inmunización del rebaño” obliga a infectar al 60% de la población y no es una opción) ésta ha desnudado debilidades que pueden ser críticas. Para empezar, un sistema de salud que tiene recién adquiridos 270 respiradores para casos de coronavirus y 240 para otras enfermedades a nivel nacional. Nada más. Estados Unidos tiene 60,000 camas de UCI. Luego, un sistema de comunicaciones que necesita mayor inversión estatal en fibra óptica pero, sobre todo, reformular un organismo regulador incompetente como Osiptel, cuyo presidente, “en resguardo de la salud de los trabajadores” (como si fuera autoridad sanitaria), ha prohibido que las operadoras acepten solicitudes de migración a planes mayores de datos, cosa que sí están en capacidad técnica de hacer. Trabajadores que, por cierto, sí están autorizados a hacer reparaciones en casas si se cae el servicio. Y un sistema educativo, en todos sus niveles, que no ha entrenado a maestros en la revolución metodológica que implica la educación a distancia y que está siendo saboteada por Osiptel al impedir que millones de padres de familia mejoren sus planes de acceso a mayor velocidad.

A esto suma la informalidad del 70% de la PEA: más de 9 millones de peruanos que viven en pobreza. En estas circunstancias, las medidas que se están tomando son las correctas. Auxilios económicos, tributarios, subsidios, compras de emergencia. ¿Tienen sus riesgos? Sí. Pero la urgencia no da lugar a otras opciones. ¿Por cuánto tiempo? Hasta que la producción del país arranque de nuevo, lo cual será lo primero a lo que habrá que dedicarse una vez terminada la cuarentena. Sin embargo, hay algunas actividades económicas que demorarán años en recobrarse. ¿Va a caer el PBI? Sí. De modo inevitable. ¿Para siempre? No. El mundo, también de forma inevitable, se recuperará y el Perú también.

Una nota final. Por favor, los niños autistas esperan una respuesta humanitaria. No la dilaten.