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Sociedad

Disolver al Sodalicio

Barreto tiene toda la razón. Un movimiento así no debería existir en la iglesia.

pedro salinas
pedro salinas

A ver si hay suerte, me digo, porque luego de escuchar al cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo, en el programa de Rosa María Palacios en radio Santa Rosa, me quedé con la sensación de que algo podría pasar en el Caso Sodalicio. A nivel eclesiástico, digo. Donde nunca ocurrió nada.

Bueno. Sí ocurrió. El Vaticano propaló, a través de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, en enero del 2017, un edicto que de sanción no tenía nada y de intenciones de trapichear con nuestra candidez, mucha. Porque el pronunciamiento vaticano no tenía nada de “punitivo”. En cambio, de farsa, todo.

Todavía sigo pensando en lo que dijo Barreto. “Personalmente pienso (que), cuando una organización religiosa ha delinquido –porque hay que decirlo así, desde el punto de vista de abusos sexuales y la parte económica, que hay también problemas–, hay que disolverla (…) y me consta que la Santa Sede está en ese camino”, subrayó el cardenal.

Y añadió: “El problema de fondo es que el fundador (Luis Fernando Figari) está, no solamente cuestionado, sino que es una persona pervertida, y una persona así no puede transmitir y alentar la santidad de vida”. Esto significa en la jerga eclesiástica que todo parecería indicar que dicha organización carece de “carisma”.

Es decir, no tendría la gracia o el favor divino que el Espíritu Santo suele conceder a una persona o a un grupo determinado en beneficio del crecimiento de la Iglesia, según la creencia de los católicos. De ser así, la asociación debería ser disuelta y cerrada.

Bastaría en fijarse en todo lo revelado hasta la fecha. Que el fundador, antes de crear al Sodalicio, ya tenía visos de un comportamiento de depredador sexual. Que los abusos no fueron actos individuales, como sugieren algunos sodalovers, sino acciones sistemáticas perpetradas también por otros miembros de la cúpula, tales como Germán Doig y Virgilio Levaggi. Nada menos que los números Dos y Tres de la organización, respectivamente.

Más todavía. Los permisos obtenidos para convertirse en Sociedad de Vida Apostólico los habrían obtenido omitiendo y mintiendo respecto de los abusos sexuales. Con trampa, si no quedó claro.

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.