Política

La casa de Cieneguilla no tiene alas para volar

Lee la columna de Alex Kuczynski, hija del expresidente Pedro Pablo Kuczynski.

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La casa de campo de Cieneguilla de mi padre ahora luce abandonada, deteriorada, como si hubiese sido arrasada por un huracán. Ya no están los animalitos que tuvimos que repartir entre amigos y personas de buen corazón. El jardín donde jugaban mis hijos la Navidad pasada está muerto. Sin agua, ha sido reemplazado por tierra y piedras.

Un sentimiento de dolor y desasosiego vivo desde hace unos días, cuando al llegar a Lima me enteré de lo que está ocurriendo en el interior de ese inmueble, que hace dos meses fue incautado por un fiscal y un juez.

Mi padre, Pedro Pablo Kuczynski, quien trabajó sesenta años y recorrió casi todo el mundo, compró el idílico terrenito de Cieneguilla y lo construyó a su gusto. Mi papá alimentó raros narcisos peruanos. Se preocupaba, con una ternura que sorprendía, de un grupo alegre de animales, incluyendo tres tortugas veteranas. Guardaba los libros de mi abuelo, un médico que cuidó a los más pobres y enfermos entre los peruanos.

Mi padre tenía un piano que lo tocaba cada vez que iba con nosotras. Colgó el arte cusqueño en las paredes: el arcángel Uriel, la virgen de la Candelaria y un Cristo mirando hacia abajo, sobre nosotros.

Mucho ha cambiado ahora que la casa fue incautada. Se sellaron las ventanas, se arrancaron las cerraduras, los enchufes y se colocaron cintas y carteles que dicen “bien incautado”.

La casa era cuidada por guardias nacionales, pero después de apagar la electricidad perdieron interés y se fueron.

¿Por qué las autoridades han hecho todo esto? Mi padre está en situación de investigado. Los fiscales lo interrogan en su domicilio regularmente, donde continúa en arresto domiciliario.

Aún no hay ni una sola denuncia fiscal, acusación alguna y mucho menos sentencia judicial, pero ya le han embargado su casa de Cieneguilla y otra que está al lado de donde vive, en San Isidro. (La casa de al lado proporcionó sus únicos ingresos en forma de alquiler).

Siempre que vengo al Perú, escucho decir a las autoridades que las incautaciones se hacen para asegurar el pago de la reparación civil cuando acabe el juicio. Eso me parece cuestionable. Un bien, una casa como la de Cieneguilla, no camina, no tiene piernas, ni alas para huir o para volar.

Al margen de lo que compruebe o no la justicia peruana, yo confío en la inocencia de mi padre. Pero considero que lo que están haciendo con él es un abuso. Ahora lo vuelvo a encontrar como la última vez que lo visité: indignado y sufriendo por lo que está pasando.

Lo peor es que ni siquiera se puede defender públicamente porque tiene la prohibición de hacer declaraciones públicas. Y también teme que el fiscal le varíe la detención domiciliaria y lo mande a una cárcel, como se intentó hace unos meses. Señores jueces, la justicia no es abuso de poder.