El 22 de noviembre pasado, a la edad de 94 años, falleció en París el gran historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurie. Una noticia, debo confesarlo, que me conmovió al devolverme a las emociones de los años 1970, las clases en la École Pratique des Hautes Etudes, los fascinantes profesores de estos años, cuando vivíamos las décadas esplendorosas de la llamada Escuela de los Annales.
Le Roy Ladurie ya había publicado dos libros que me parecieron sustanciales, Les paysans de Languedoc (1966) y la Histoire du climat depuis l’an mil (1967). Ambos me inspiraron y mostraron caminos originales a seguir para la elaboración de mi tesis doctoral. Me acerqué a él, como becario del Gobierno francés, le pregunté si podía asistir a sus clases de ese año 1971-72 y así ingresé a una sala mayoritariamente de estudiantes franceses que tenían una relación muy fraterna con el profesor y me integré a grupos de tesistas que se interesaban sobre todo en la historia rural francesa.
Luego, al año siguiente, le pedí si podría integrar mi jurado de tesis para noviembre de 1973. ¿De qué trata su tesis?, me preguntó. De un valle de la costa norte del Perú, del siglo XVI al XX, le respondí. Períodos colonial y republicano, me indicó. ¿Cuál es la superficie cultivada de ese valle? Treinta mil hectáreas, con pocas zonas de minifundio y con una presencia dominante de haciendas. Me interesa, me dijo, aceptó y desde entonces, más aún luego de constatar como defendió sorprendentemente mi tesis, comencé a seguir de muy de cerca su producción posterior.
Me interesó particularmente su bello libro, MONTAILLOU, village occitane de 1294 a 1324 (1975), 30 años de la historia de una pequeña aldea de 250 familias campesinas, en el sur de Francia, que habían estado bajo la influencia del catarismo, una suerte de secta cristiana, fundamentalista, que pedía más moral, más religión y para suerte de Le Roy Ladurie encontró las notas del inquisidor Jacques Fournier, obispo regional, donde anotaba lo que veía, sentía, olfateaba, escuchaba, así como las respuestas a sus averiguaciones, todo lo cual lo acercó a la vida cotidiana de una pequeña aldea que hablaba otra lengua, el occitano.
Ahora, luego de su deceso, cuando se han multiplicado las noticias sobre su obra, su vida, su entorno familiar, su padre, ministro de Agricultura del Gobierno de Vichy, que para muchos ya era un estigma político familiar, tanto que, según algunos, suponen que lo llevó, después de esa conocida toma de conciencia sobre Vichy, a integrarse al Partido Comunista Francés (1959). Él perteneció, en nuestros términos, a la generación de los años 1950, con todas sus convicciones y apuestas. Igualmente, a la tercera generación de Annales, junto con otros ilustres alumnos del gran maestro Fernand Braudel. Muchos siguieron al maestro, sin apartarse mucho, pero otros comenzaron a explorar nuevos territorios.
Le Roy Ladurie, entre ellos, buscando acercarse a las vidas campesinas, a lo que pensaba la gente sin saber por qué, pero que lo manifestaban en las prácticas, en las fiestas, los rituales, que eran observados por autoridades del Estado, religiosos, inquisidores, para tomar notas en sus cuadernos, escribir en latín para que los campesinos nunca accedan a sus escritos.
Ahora de nuevo nos interesamos en esos temas y tratamos de descubrir esos saberes, que sospechábamos aún no los tenían, pero que más bien los disimulaban, para poder así confrontar a los caprichos del clima, del fisco, de los representantes del orden y al hacerlo creaban sus propios espacios de libertad, autonomía, sus agencias singulares, más allá de los garantes del orden político y espiritual. Adiós, maestro Le Roy Ladurie.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.