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Los entornillados

“Chero sabe bien que sus días en el ministerio no serán eternos. Pero si Castillo dura, eso significa cuatro años más para seguir participando de los beneficios de una estructura de poder estatal en expansión”.

A juzgar por los titulares que recoge la red, el ministro de Justicia “no apoyaría la eventual presidencia de Dina Boluarte”. Tampoco “reconocerán (¿quiénes?) la vacancia de Pedro Castillo así el Congreso obtenga los 87 votos”. Félix Chero parece haber asumido el papel de vocero de futuros incómodos. ¿Para qué?

Da la impresión de que el objetivo es vender la idea de que la atornillada de Castillo y su gente al poder es indoblegable. Lo que en buen romance se llama bravatas. Mientras Castillo ocupe la presidencia seguirá habiendo oportunidades profesionales y comerciales como cancha. Por eso hay que proteger al hombre.

Chero sabe bien que sus días en el ministerio no serán eternos. Pero si Castillo dura, eso significa cuatro años más para seguir participando de los beneficios de una estructura de poder estatal en expansión. Además los ministros que son bien voceritos tienden a durar más que aquellos que no lo son. Algunos incluso regresan después de la caída.

Cabe añadir que hay algo de traumático en los titulares que viene produciendo Chero. ¿Pero a qué corresponde ese tempo? ¿Es que el sempiterno asesor legal ve la pugna política de estos tiempos como un juicio que es necesario ganar sí o sí? ¿Se ha incubado un lazo personal entre el presidente y su ministro?

Esta idea de un lazo personal es discutible. No circulan muchos elogios de funcionarios públicos al presidente. En verdad el servicio en el gabinete ministerial desde el inicio de este gobierno ha sido una especie de hecatombe sucesiva para las dignidades. Algunos nunca la tuvieron. Otros la trajeron y la perdieron.

En el fondo se habla de la soledad. Más allá de la familia extendida y unos pocos amigos, Castillo no ha beneficiado realmente a nadie. Lo cual vuelve muy extrañas defensas tan enfáticas como la de Chero. Aunque en realidad se trata más de amenazas al Congreso, y al público opositor en general.

La partida prematura de Castillo empezó como una reacción a su ineptitud; siguió como un comentario jurídico a su proximidad con la corrupción; ha terminado siendo vista como una de las soluciones a la crisis política peruana del siglo XXI. Decir, como hace Chero, que simplemente no se va a ir es una forma sencilla de escupir al cielo.

La República

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