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Educación contra el bullying, por Lucia Solis

“Una educación basada en el respeto a la diversidad es crucial para prevenir la violencia. Se trata, también, de una forma de reparación a aquellas niñas y niños, ahora adultos, que fueron víctimas de bullying sin saberlo”.

Comenzó con gestos: una volteada de cara al intentar saludar, la invitación a jugar que nunca llegó, susurros, risas burlonas. Terminó con insultos en un foro anónimo de internet, lágrimas, aislamiento, la sensación de no querer existir más y la confusión máxima de no entender qué había hecho mal para ser merecedora de tal nivel de intimidación.

Era 2004 y la palabra bullying no existía o, al menos, no se asociaba al hostigamiento reiterado e intencionado en el contexto escolar. Ni siquiera la psicóloga que nos sentó frente a frente para tratar de solucionar el ‘’problema’' le puso nombre a los ataques ni trató de ahondar en lo que motivaba a mis supuestas amigas a tratarme así. Solo les hizo prometer que no lo harían de nuevo. Alerta de spoiler: lo volvieron a hacer.

Hace más de una semana se conoció que una niña de 12 años, víctima de bullying, cayó del cuarto piso de un colegio en Salamanca, quedando grave por las lesiones causadas a raíz del impacto. A los pocos días no solo se supo que había dejado una carta a su madre y padre explicando que ya no aguantaba más las burlas por su físico, sino que la escuela contaba con más de una sanción por situaciones de violencia. Mientras tanto, autoridades del plantel seguían sin reconocer responsabilidades.

Todo sucedió a cinco cuadras del primer relato. Dieciocho años después, el acoso sigue vigente. Cuántos casos más atravesarán el país. Qué cantidad de niñas y niños se enfrentan día a día y en silencio a estas situaciones. Y aunque es positivo que actualmente medios de comunicación, instituciones del Estado y la sociedad civil en general no duden en nombrar el bullying, hace falta mayor consciencia y prevención.

Es sencillo empatizar con niños y niñas víctimas de acoso cada vez que suceden hechos como el del Saco Oliveros, porque el abordaje social y mediático suele estancarse en el rechazo y en el pedido de castigo a quienes no actuaron a tiempo. Sin embargo, hay otras políticas que se pueden adoptar desde la educación y la pedagogía para superar la mera condena y evitar casos similares: una correcta y libre implementación de la educación sexual integral (ESI) y el cuestionamiento —ojalá erradicación— del adultocentrismo.

La ESI, al contrario de lo que grupos antiderechos quieren hacer creer, se centra en el aprendizaje de la sexualidad a través de un enfoque holístico basado en la confianza y la autonomía, pero también promueve la comprensión y valoración de la diversidad de cada persona. Las y los niños que entienden que un compañero o compañera se ve, actúa y piensa diferente según los diversos factores que componen su identidad. No atacan ni se burlan de estas diferencias, sino que las respetan, se nutren de ellas y forman parte de su crecimiento y experiencia social en el colegio.

Por otro lado, minimizar los sentimientos y reclamos de niñas y niños solo por serlo es caer en adultocentrismo; es decir, concebir la perspectiva y vivencia adulta como la única importante y real. Esto tiene como consecuencia que ellos y ellas duden antes de pedir ayuda, se callen la violencia y atraviesen por periodos de ataques, burlas y señalamientos desde la soledad y sin las herramientas que una enseñanza que trate sus ideas y sentimientos como válidos podría darles.

Creo que las infancias no dicen ni hacen nada que no hayan escuchado o visto antes en casa o en otros lugares de socialización. Por eso, recibir una educación basada en el respeto a la diversidad es crucial para prevenir la violencia. Se trata, también, de una forma de reparación a aquellas niñas y niños, ahora adultos, que fueron víctimas de bullying sin saberlo. Las estrategias están ahí. Hay que hacerse cargo, actuar y plantarse frente a quienes buscan eliminarlas.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.