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El derby de los exministros, por Mirko Lauer

“Para el Congreso hay algo de placentero en esta aparición de sucesivos ministros censurables. Como se sabe que el Ejecutivo en su faceta Castillo es comprobadamente inepto, no hay peligro de que los votos parlamentarios estén afectando la marcha del gobierno. Pues a los ministros eficientes hasta aquí los ha sacado el propio Castillo”.

Los ministros siguen rotando. Lo que no cambia el propio Pedro Castillo, se los cambia el Congreso, uno por uno. Que el Estado siga funcionando en algunas áreas es un homenaje a los empleados públicos de nivel medio y bajo que sostienen todo el andamiaje. Sobre todo en las llamadas islas de excelencia de las que depende nuestra economía.

En los ministerios donde esos mandos medios o funcionarios de base han sido cambiados, los efectos se sienten desde hace meses. El ministro que se va rara vez es considerado responsable del desorden que deja. En algunos casos no lo es, sobre todo cuando lo han precedido cuatro o más titulares de fugaz ejecutoria.

Castillo ha convertido las sillas musicales de ministros en un verdadero arte. No solo los va cambiando a paso de polka o los traslada de pliego (algo que hace cualquiera), sino que los despide y los recontrata, nos referimos a la misma persona, en tiempo récord. Por alguna razón todo eso nos evoca algunos usos de la ganadería.

Para el Congreso hay algo de placentero en esta aparición de sucesivos ministros censurables. Como se sabe que el Ejecutivo en su faceta Castillo es comprobadamente inepto, no hay peligro de que los votos parlamentarios estén afectando la marcha del gobierno. Pues a los ministros eficientes hasta aquí los ha sacado el propio Castillo.

Si estamos imaginando una acumulación de exministros dedicados a hacer negocios propios o a gestionar algunos ajenos en virtud de su meteórico paso por el poder, tenemos toda la razón. Ese grupo que ya se va acercando al centenar no desaparece en el espacio exterior, y más bien tiene toda la intención de seguir en el ajo.

Alguien contestará, con razón, que en ese grupo hay de todo. Pero lo que define es haber sido víctimas de la veleidad de Castillo que los nombró a sabiendas o sin saber que no daban la talla para el cargo. Pero no toda víctima es inocente. Algunas de ellas son simplemente irresponsables, temerarias o malas para el cálculo.

En cualquier caso, la condición de exministro, que tenía un timbre de prestigio en otros tiempos, ha pasado a ser sospechosa, por decir lo menos.

La República

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