Miren al mensajero

Es verdad que eso de “no mates al mensajero” —popular frase que, dicen, viene de los griegos— se refiere a que, por muy malas que sean las noticias que alguien te trae, no sale a cuenta que le tijeretees la cabeza, pero también es cierto que, a veces, la calidad del mensajero tiene mucho que ver con el modo en que asimilamos un hecho.

Ejemplo de lo primero es la hostilidad de este gobierno con la prensa. Casi desde el inicio de su mandato, Pedro Castillo se la ha pasado amenazando periodistas, solo porque le disgustaban las noticias que estos le traían cada día: que su popularidad está en picada, que la ciudadanía lo percibe como un corrupto e incompetente, que la Fiscalía le respira en la nuca, etcétera, etcétera.

Pero, de otro lado, un ejemplo de lo segundo es la oposición a Castillo, que hasta ahora no se da cuenta de que, mientras sus mensajeros sean los fósiles políticos de siempre (Lourdes Flores, Jorge del Castillo, Manuel Merino y otros embalsamables por el estilo), la gente no moverá un dedo para salir a las calles en contra del gobierno.

Porque la gente sí mira al mensajero y, en el caso de esos personajes, sabe perfectamente qué intereses representan. Por eso, entre ellos y Barrabás, elegirá a Barrabás. Entre ellos y Godzilla, a Godzilla. Y entre ellos y Hannibal Lecter, optará por el caníbal sin dudarlo.

La derecha peruana, desde su absoluta falta de autopercepción, no entiende que así se explican todas sus derrotas y que, si quieren ganar alguna pelea, tendrán que dar un paso al costado. Podrían aprender, por ejemplo, del caso de Chile, donde, en el debate del Apruebo y el Rechazo (a la nueva constitución), las desprestigiadas caras de la derecha han hecho mutis por el foro y dejado la pelea del Rechazo a moderados del centro hacia la centroizquierda.

¿El resultado? Pues que el Apruebo está a punto de perderse en el pantanoso territorio de las utopías frustradas.