Costumbrismo

“Podemos decir que en casi un año el propio Castillo se ha acostumbrado mucho a su situación. Enorme desaprobación nacional, serias sospechas sobre su honradez, amplia coincidencia sobre su ineptitud, una mayoría que quisiera verlo dejar el cargo”.

¿Pedro Castillo se está convirtiendo en un mal hábito? A pesar de su tirria a la prensa, este presidente no puede evitar la exposición a los medios que viene con el cargo. Lo cual garantiza una sostenida dieta de pensamiento Castillo todos los días. Las reacciones del público varían, como muestran las encuestas. Pero el balance final es negativo.

Podemos decir que en casi un año el propio Castillo se ha acostumbrado mucho a su situación. Enorme desaprobación nacional, serias sospechas sobre su honradez, amplia coincidencia sobre su ineptitud, una mayoría que quisiera verlo dejar el cargo. No son sus únicos problemas, pero sí suficientes para hacerle incómodo el sillón de Pizarro.

¿Le es incómodo realmente ese sillón? Quizás sus propias limitaciones le impiden captar cuán deslucida es su presidencia. Pero si entiende lo que pasa, siempre hay consuelos: las cifras y los medios mienten, los enemigos políticos son rastreros, las culpas vienen del pasado, sus críticos son enemigos del pueblo, etc.

Pronto Castillo cumplirá un año en el poder, y su gobierno no habrá hecho realmente nada positivo. Lo mejor que puede decirse es que no ha interferido con algunas políticas razonables que vienen de atrás, o que el Congreso ha causado más daño que el Ejecutivo, o que los peores temores no se han materializado hasta ahora.

Los puntos del párrafo anterior no llegan a ser elogios a la gestión, sino solo constataciones de que el Ejecutivo es limitado hasta para el error. Pero no hay elogio chueco o crítica directa que preocupen a Castillo, quien no debe haber notado cómo va creciendo la parte de sus declaraciones dedicada a defenderse.

Quizás está convencido de que su gran aporte a la política peruana es el yanaconaje ministerial. Los ministros, y otros altos funcionarios, son puestos en el cargo y retirados de él como si se tratara de verdaderos siervos. Nombrar mal y tratar mal definitivamente son dos malos hábitos de esta presidencia.

Un problema es que la costumbre no crea estabilidad. Por lo general no hacen sino reemplazar iniciativas necesarias. Acostumbrarse a Castillo solo significa dejar que avance una situación que demostrará ser insostenible más temprano que tarde. Situación que además llevará hacia la extrema derecha como por un tubo.