¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

El médico que nos quería dopados

“Por eso, Cerrón entra en pánico y me receta ansiolíticos vía Twitter por solo proponerlo. Nos quiere a todos dopados, porque si se llega a un acuerdo para elecciones generales, está perdido”.

Vladimir Cerrón, con astucia, le ha organizado a su propio gobierno una protesta generalizada. Aprovechando un problema real de triplicación del precio de fertilizantes, se ha colgado del paro agrario para exigir nueva Constitución. Retomando el “ideario programa” de la campaña, la apuesta es la inconstitucional expropiación de los medios de producción, en particular, la minería del cobre. Para este fin, infiltra y moviliza. Recursos no le faltan estando su partido en el poder. Garantiza impunidad total. Es evidente que controla Policía y fiscalías que no ven nada.

Las ideas del primitivo pensamiento Vladimir están organizadas en torno a una narrativa que incluye a un “villano” (el monopolio) que es “dueño” de todo y fija los precios de todo. Aniquilarlo con una nueva constitución, dice, es el único camino. Falso, pero rentable políticamente. Los fertilizantes suben porque el 70% se importa de la Rusia de Putin, no por un inexistente monopolio local. Los precios de los granos o del petróleo suben porque se cotizan en bolsas internacionales y los importamos.

Sin embargo, lo novedoso del pensamiento Vladimir es la ofensiva para cerrar el Congreso. También montado sobre el “que se vayan todos” ha encontrado una fortaleza en la debilidad del Congreso que ya casi cae a un dígito de aprobación. ¿Qué más popular que pedir que se larguen? El objetivo es que sean sustituidos por una Asamblea Constituyente que no emane del voto popular sino de “organizaciones representativas” que, por supuesto, controla el mismo Cerrón. ¿Quién es el nuevo entusiasta de estos afanes autoritarios? El presidente Castillo; que vuelve a anunciar un “proyecto de ley para convocar a referéndum para Asamblea Constituyente”.

Perú Libre ha tratado de recoger firmas para una Asamblea Constituyente a sabiendas de que toda reforma pasa por el Congreso y por tanto es inconstitucional. Ese recojo de firmas es, un año después de la primera vuelta, un fracaso rotundo. Es una silenciosa catástrofe casi tan grande como la de enero del 2020 en el que no pasaron la valla. Unas elecciones generales serían su fin. Cerrón, aislado y peleado con el universo, no tiene más fortaleza que la que le otorga la derecha más bruta y achorada de la que se tenga memoria. Mientras esta grita fraude y terruquea a todo el mundo, Cerrón se relame de gusto. Es exactamente donde los necesita. Con esa DBA y la plata de ser gobierno, le basta para “agudizar las contradicciones”.

En este contexto, todo espacio de negociación, debate, deliberación o acuerdo político tiene que ser ferozmente combatido. Por eso, Cerrón entra en pánico y me receta ansiolíticos vía Twitter por solo proponerlo. Nos quiere a todos dopados, porque si se llega a un acuerdo para elecciones generales, está perdido. De ahí las diatribas contra el Acuerdo Nacional o al Consejo de Estado. En la misma línea ha reclutado a su antaño adversario Aníbal Torres para quien todo es “ultraderecha”; desde el obispo de Huancayo (a quien no solo le han mentido sino también insultado) pasando por toda la Conferencia Episcopal y desde las Fuerzas Armadas (“que preparan un golpe”) hasta la prensa entera.

Las debilidades del pensamiento Vladimir son muchas, como muchos son los fracasos de ideas similares en el mundo entero, superadas hace décadas. Pero en el camino hacen mucho daño. No les importa destruir miles de puestos de trabajo del turismo cusqueño o demoler la renta minera que percibe el Estado. A Cerrón ya no le importa dejar todos los días en ridículo a Castillo, un presidente que desprecia intelectualmente y que considera un títere que es útil solo temporalmente para su proyecto. “Un sindicalista básico” como dijera Guido Bellido, muy por debajo de las alturas del ego de Cerrón.

¿Qué hacer? Hay unos 50 congresistas que podrían votar hoy por recortar su mandato y el del presidente. Con 16 más podemos ir a referéndum con cuatro o cinco preguntas de reforma constitucional: 1) Adelanto de elecciones generales, 2) Bicameralidad 3) Juicio político al presidente por delitos comunes 4) Renovación del congreso a mitad de mandato y 5) Reelección parlamentaria (que podría aprobarse con 87 votos en dos legislaturas dado que es difícil que hoy pase un referéndum). Las primarias serían, por supuesto, obligatorias.

A pensarlo bien en el Congreso. Con un pacto de puntos fijos pueden pasar a la historia como los héroes de la jornada que supieron conjurar una maldición en ciernes o como unos traidores al bien común, que, de todos modos, se quedaron sin soga y sin cabra, disueltos en medio de un caos generado por ellos mismos.

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