Al borde de un ataque de nervios

Lo más probable, hasta ahora, es que no haya 87 votos para concretar el segundo intento de vacancia de Pedro Castillo, pero el nerviosismo que exhibe parece indicio de que algo sabe él que lo tiene muy preocupado por la posibilidad de perder el puesto el lunes.

“Hoy día y mañana, hay una campaña demoledora contra el gobierno, sacando hasta el fin de semana mensajes, montajes, audios y videos, para que esta prensa haga creer, estoy seguro de que el congreso no va a caer en eso”, dijo ayer en Puno, donde cumplió un rush de mítines en los que no dejaba de aludir al intento de vacarlo.

No es claro de qué hablaba, pero la teoría y práctica de la vacancia presidencial del Perú reciente –que no es poca– señala que: 1) pueden tener votación sorpresiva; 2) los primeros intentos fracasan, pero, cuando arrancan, al final lo logran; y 3) se guarda munición fuerte contra el que está en capilla para convencer al indeciso de última hora.

Y vaya que en el caso de Castillo hay más de un ‘excolaborador’ que puede ser muy ‘eficaz’ para tumbarlo, desde Karelim y Bruno hasta algún petrolero o constructor de puentes más asustado que arrepentido.

A eso apostarían los promotores de la vacancia, y eso tendría nerviosos al presidente y su círculo cercano, lo cual lo ha hecho poner en marcha una serie de acciones de generación de respaldo político, como ayer en Puno, mientras la presidenta del congreso, Maricarmen Alva, hace lo mismo inspeccionando escuelas y promulgando leyes para mejorarlas, como ayer en Chiclayo, fortaleciendo la sospecha de sus ganas de reemplazar pronto a Castillo.

A su vez, el presidente se ha dedicado a lanzar un discurso de victimización del tipo “antes marchábamos por las calles los pobres, ahora marchan los ricos porque se les ha quitado otras cosas”, o “hay gente que se burla de un chacrero, pero no debemos sentirnos menos que los que viven en San Isidro, Miraflores, en zonas pitucas del país”.

Todo eso junto con los ataques ya de rutina del gobierno contra el periodismo, el mensajero de sus desdichas.

Es difícil que se consigan 87 votos el lunes para destituir al presidente, pero parece que hay algo que Castillo sabe, que lo tiene al borde de un ataque de nervios, sin valeriana a la mano.

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