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Los rechazadores

“En el Perú por fortuna el deseo de vacunarse es fuerte. Con poco más de 50% de la población objetivo inmunizada, las limitaciones son un asunto de logística y no de ideas en el ambiente social. Cuanto más se avance, más respirable será la atmósfera”.

Los argumentos contra la vacuna anti-Covid-19 aparecen en los más variados lugares. En el simple temor personal, en diversas teorías conspirativas, en un sentimiento de invulnerabilidad, en consideraciones morales y religiosas, en formas de partidismo político, o en la idea de que la vacuna simplemente no funciona, y por tanto es inútil.

En los EEUU, Fox8 ha detectado algunas muy discutibles ideas fuerza para la resistencia: la vacuna alterará mi ADN, la vacuna crea problemas de infertilidad, desconfío de la velocidad a la que fue desarrollada la vacuna, esperaré a que los demás se vacunen y tendré inmunidad de rebaño, ya tuve Covid-19 así que estoy protegido.

La vacunación ha ido reduciendo los números absolutos de contagios y de muertes, lo cual viene funcionando como un efecto de demostración sobre las bondades de la vacuna. La resistencia a aplicársela aparece así como una actitud ilógica, y eso está permitiendo un avance de la vacunación en sectores antes remisos a ella.

El problema no es de gustos o albedríos personales. No solo los no vacunados viven en constante peligro (como lo demuestran las cifras comparativas en el mundo), sino que son además un evidente factor de contagio entre la población, incluidos algunos de los propios vacunados. Así, negarse a la vacuna no es una posición neutra, sino agresiva.

Más aún, el impulso contra la vacuna anti-Covid-19 está reforzando las convicciones de un movimiento que rechaza la vacunación frente a una amplia gama de enfermedades graves. Por ejemplo, se sabe que la vacunación de niños menores de cinco años es una de las maneras más baratas y efectivas de reducir la mortalidad infantil en el mundo.

Los gobiernos vienen ensayando diversas formas de llevar a los no vacunados hacia la jeringa, pero no está resultando fácil. Ni siquiera allí donde hay multitudes deseosas de vacunarse, pero sin acceso a ello. En algunos países prima la desidia frente a la propia salud, en otros predomina una suerte de cruzada por la libertad personal.

En el Perú por fortuna el deseo de vacunarse es fuerte. Con poco más de 50% de la población objetivo inmunizada, las limitaciones son un asunto de logística y no de ideas en el ambiente social. Cuanto más se avance, más respirable será la atmósfera.

La República

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