Los últimos “datos” difundidos por Willax han puesto otra vez en debate los límites de la libertad de expresión, aquel derecho que, por ejemplo, nos permite a los comunicadores investigar y difundir información. Pero esta facultad, usada de forma retorcida y malintencionada por canales como estos, con una agenda clara por la vacancia presidencial y postergación de elecciones, debe ser rechazada y castigada.
Hablar de periodismo es hablar de libertad de expresión, sí. Pero hablar de derechos es ahondar y cuestionar sus aristas. Amparados en esta, no se puede ni se debe desinformar y provocar una inestabilidad cruel disfrazada de un supuesto quehacer periodístico aguerrido. No son combativos ni imparciales; son apenas instrumentos de quienes temen perder sus privilegios y quieren ver prevalecer la vergonzosa clase política a la que estamos sometidos.
La libertad de expresión, defendida para seguir perpetuando mensajes que desinforman, así como para normalizar el machismo, el racismo y más, no puede ser defendida ni quedarse en el terreno de lo “neutral”.
Desde los programas “cómicos” que han cosechado su éxito a costa de la burla hacia mujeres indígenas y personas afroperuanas, los conductores que dicen que les daría una patada a una pareja de lesbianas si se besan frente a él, las candidatas a vicepresidentas que dicen que las mujeres provocamos la violencia en nuestra contra por no saber “relacionarnos con los demás”, los postulantes a congresistas que llaman por su nombre legal a una persona trans, los que cómodamente hablan de obligar a niñas a llevar a cabo un embarazo forzado bajo el discurso de que el Estado las cuida o de llevarlas a un hotel “con todas las comodidades”, hasta las expresiones xenofóbicas contra los migrantes venezolanos.
No poner límites a la desinformación y discursos de odio escondiéndose tras una falsa idea de libertad de expresión es un peligro público. Queda estar alertas y defenderse con principios claros y un periodismo responsable.
Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.